Empate con Unión (S). El equipo albiazul trata de ser dominador, pero ¿tiene hoy todas las estaciones del juego para cumplirlo? Además se sitúa cerca del famoso “es lo que hay”.

Cuando juego y resultado van de la mano durante varios partidos no hay lugar para el engaño. El 1-1 de Talleres ante Unión de Sunchales no fue azaroso o por el protestado penal de Guillermo Cosaro.

Se trata del resultado de un proceso del que todos tienen responsabilidades. Colectivas e individuales. Un lugar en el que Talleres está más por causalidad que por casualidad.

Talleres juega a ser protagonista, pero... ¿tiene todos los elementos para hacerlo? ¿Su circuito de juego está definido? ¿No le faltan estaciones?

Ayer, por ejemplo, el DT José María Bianco apostó nuevamente por Ramiro Pereyra. Lo ubicó de enganche y le armó una cancha con Diego Erroz a la derecha y Agustín Díaz, a la izquierda, más dos delanteros como Claudio Riaño y Sebastián Sáez, para poder tener también una referencia en el área.

Gianunzio, casi en soledad debía recuperar. El pretendido circuito se activó muy poco porque faltó el primer pase, en gran medida, porque, caso Díaz, debió ayudar más al “Polaco” a recuperar la pelota porque era Unión el que más la tenía. Y el que mejor la sabía administrar, al punto de que al cierre del primer tiempo le vio tres veces la cara a Michael Etulain.

¿Unión le puso una empali­zada a Talleres para quitarle la pelota? Nada que ver. Como otros equipos, destinó a un doble “5” para cortar, pero muchas veces aprovechó que Talleres le regaló la pelota cuando salía. Y, que al inicio, no tenía especialistas por las bandas.

Carabajal. El equipo cordobés debió esperar el ingreso de Gabriel Carabajal para soñar en cambiar su suerte. En el inicio del complemento, el pibe relevó a Díaz (pasó por todos los puestos del medio y terminó afuera), Erroz hizo el doble “5” con Gianunzio y Cosaro subió a la izquierda. Con ese 3-4-1-2 y una táctica más agresiva, la “T” llegó rápido a la conquista cuando Sáez la mandó a la red, un buen pase de Pereyra.

Hizo lo más difícil, llegar al 1-0 sobre un rival que había jugado mejor. Pero no supo administrarse. Al punto de que al minuto ya le habían hecho el 1-1. La “T” permitió que Luis Silba rematara solo ante Etulain, el desvío fue tomado nuevamente por un jugador rival (Pereyra) cuyo disparo pegó en la mano de Cosaro, según el árbitro Federico Guaymas.

Ahí es donde cuentan lo básico. El 1-1 era tan difícil de creer como lo fue caer 3-2 ante Gimnasia y Tiro de Salta a los 49 minutos del complemento, tras llegar al 2-2 un minuto antes. La imagen más fuerte es esa. Pero también cuentan las de los tiros libres a favor que terminan en contras de gol rivales, como pasó ayer.

Carabajal hizo la diferencia pero, salvo Pereyra y, en algunas oportunidades, el pibe Ivo Hong (otro valor propio que ingresó por Riaño), Talleres lo aprovechó poco. Tuvo poca profundidad y puntería. Apenas, un tanto de cuatro o cinco pelotas de gol.

Lo que viene. El 1-1 fue el resultado entre lo que Talleres propuso y no supo desarrollar. No es jugar a nada, sino a lo que sale. El problema es cuando las conductas se repiten, hay pocas variantes por realizar, como planes por implementar. Talleres quedó muy cerca del “no hay más que esto” o del “es lo que hay”, demasiado rápido. Y ahí es donde la distinción entre incorporaciones y propios no cuenta, ni tampoco si cierra o no el plan del DT.

Ser previsible es algo que los rivales también leen. ¿La solución? Ganar, obvio. Pero ahí se llega readecuando planes y que entre director técnico y jugadores germinen nuevos acuerdos (que el DT no pida imposibles y el jugador se sincere y diga si puede con la misión encargada). Para jugar a lo que se puede y así evolucionar.