Ganó bien. La T recuperó la sonrisa, pero sobre todo su juego. Tuvo muy buen funcionamiento en el medio, algo de lo que había carecido.

Venía como los jovatos de camisas colorinches. Con esos cuellos anchos que pelean con el saco. Y cuando se quería calzar un traje, aparecía con zapatillas. No tenía onda, le faltaba eso. Más bien, la combinación apropiada para lucir a tono. Porque, a veces, la personalidad no alcanza. La T fue un equipo que supo ponerse los zapatos con el pantalón justo. Y saber que si no se usa más la manga de la camisa volada por encima del saco no utilizarla. ¿Para qué?

Talleres ganó un partido con gusto por el juego, con sentido, con impronta. Venció bien a un Sportivo Belgrano 3-1 en versión “verde agua”. Este equipo de Daniel Primo no tiene el peso específico del torneo pasado y eso le facilitó todo al elenco de José María Bianco que paseó a troche y moche a un adversario que cuando amagó con despertarse recibió un martillazo en la nuca. “Las sociedades” que pregona el Chaucha, aparecieron. Los espacios para Sebastián Sáez en el ataque. La asociación Ramiro Pereyra-Román Strada; la congruencia de Emiliano Gianunzio-Agustín Díaz; sí, Díaz, el 10. Ese que pintaba para gran enganche. Saca virtudes que no se le conocían. Romat por afuera, Cosaro por el otro lado. Y un pibito atorrante, atrevido, de esos que encaran a la más linda del boliche. Porque Gabriel Carabajal se le animó a todo ayer. A los 17 segundos se encontró mano a mano con Barucco tras un remate que devolvió el 1. Pero le entró muy abajo. Esa situación fue la matriz de los 90. Talleres atacando, mandando, jugando. Sportivo preparado para salir en tropel, algo que no cristalizó jamás.

El Negro Ledesma en el fondo de la T parece un muy buen socio con Pomba como centrales. Y le sabe cerrar bien a Cosaro cuando se le dispara. Talleres no fue la sinfónica, pero por momentos resultó una orquesta de cámara.

No es poco para un arranque fallido de torneo y una tarde especial para sacarle la tierrita al auto.

A los 4 minutos Strada, que había avisado dos atrás, empujó tras el tic-tac de Pereyra a Sáez. El Pelado se la tiró a la otra punta y Román la empujó al fondo del arco. Esa fórmula tan simple se repitió siempre. Pereyra era el Gepeto de su Pinocho. El 10 de la T era el alma de la criatura. Y tras un pelotazo del fondo se la empaló en los tres cuartos a Strada que ante la salida del arquero, de emboquillada, mandó el 2-0. Travesaño y pique tras la línea, ninguna duda. Gol. La ventaja se manejó hasta que en el complemento, Bianco comenzó a quejarse de los suyos.

El 1-2 bajó con cortina de dudas a los 8 minutos del ST con golazo de Aróstegui, por encima de Etulain. Y después, un desprecio por la abundancia. Viene el gooo, no. Viene otro goooo, nada. Es ahora o nunca y gooo, menos... Talleres era un pobre que no sabía administrar.

Cocinaba y tiraba. No aprovechaba nada. Tuvo que sufrir un poco como para cerrar el juego. Eso pasó muy al final cuando Agustín Díaz anotó el 3-1 tras un dudoso penal a Riaño. Bianco respiró ahí con calma. Pero se fue pensando para qué tanto sufrimiento previo.

Igual, Talleres está en onda. Jugó bien, ganó bien, lució bien. Es su hora de empezar a crecer.

Las claves de la T

»Posesión. Dueño de la pelota, manejó terreno y el tiempo. Fue claramente superior al rival.

»Carabajal. Supo hacer el “trabajo sucio”, para acompañar a Pereyra. Lo apoyó bien, por momentos Romat. El pibe no sintió la presión del debut.

»Anotar. Por fin anotó la T. Pero creó numerosas situaciones que fueron desperdiciadas. Sáez, más suelto en ataque.

La figura: Ramiro Pereyra

Fue el hombre determinante con la pelota. Una máquina de disparar balones a sus compañeros en situación de gol. Gran nivel.