El partido de Talleres fue jugado de tarde por pedido del Cosedepro, con el objetivo de prevenir hechos de violencia, ante la tempranera eliminación del equipo. De entrada, hubo silbidos e insultos, en el precalentamiento del equipo. Después, Walter Ribonetto fue el blanco de los primeros silbidos.

Pero lo más elocuente se vio a los 12 minutos, cuando la barra colgó dos banderas oprobiosas: “Sigan de vacaciones. La gente el mejor jugador”, y “Jugadores, gracias por nada. Renuncien”, rezaban los “trapos”.

Además, los silbidos más resonantes se escucharon cuando los suplentes hicieron el precalentamiento. No se salvó nadie: Cristian Zárate, Jorge González Barón, Adrián Aranda y Lisandro Sacripanti, todos, fueron hostigados. Y el “Vamos, vamos los pibes” era cada vez más estruendoso. Y cuando Zárate y Aranda ingresaron al juego, fueron reprobados. Apenas tuvieron contacto con el balón, se activaron los insultos, que se fueron calmando a medida que avanzaba la goleada. Al final, ni el “Bati”, ni el enlace emitieron declaraciones.

“Duele que estas cosas sucedan, porque uno entrena a la par de ellos y sabemos que se rompen el alma igual que nosotros. No me gustan esas situaciones, pero por suerte se dio la victoria y es una forma de empezar a revertir los insultos”, confesó el arquero Federico Crivelli, esta vez sin su buzo rosa, regalado a un hincha en Tres Arroyos, tras la derrota ante Huracán. “No me fijé bien, me concentré en el partido. Si hubo esas manifestaciones, es entendible, pero yo pienso en mi equipo y mis compañeros. No nos gusta y espero que cambiemos rápido esa imagen”, contó Sebastián Navarro.

Tarde. Los dirigentes ingresaron tarde. Y Ernesto Salum se fue temprano, mientras el resto del Fondo (Alberto Escalante, Hugo Bertinetti y Rodrigo Escribano) esperaron hasta el final. No hubo incidentes para lamentar, pero el polvorín estaba a punto de estallar. La goleada lo desactivó.