Presión y orden en el fondo. Se notó la mano del nuevo entrenador Gustavo Coleoni, quien debutó en la “T” en el 0-0 de ayer ante Juventud Unida.

En San Luis, Coleoni debutó como DT de Talleres. Fue empate (Foto: La Voz del Interior).

Si algo puede rescatarse del empate de ayer en San Luis fue el evidente cambio de perfil futbolístico que mostró Talleres respecto del que lo llevó a perder la punta de su zona en los últimos cinco partidos y a perder el poderío ofensivo que mostró en la primera parte del torneo.

Más allá de que el 0-0 puede resultar insuficiente para el Albiazul, no hay que perder de vista que Talleres llevaba tres partidos sin ganar, había extraviado su rumbo y se hacía imprescindible que el equipo mostrara un cambio profundo.

Y ayer lo exhibió, pese a que lo ideal hubiera sido ganar, algo que también le habría permitido volver a convertir.

La mano de Coleoni se notó en varios frentes, pero principalmente en el defensivo, porque Talleres pasó a ser un equipo más ordenado y seguro que se diferenció claramente de aquel tembladeral que fue en los últimos partidos de la era Arzubialde y en el único partido de la era Chazarreta. No solamente por el rendimiento de su línea de cuatro, sino también porque la marca en retroceso y el relevo de sus volantes fueron eficientes.

Un párrafo aparte para Jorge Ignacio González Barón, quien fue duramente criticado ante Sportivo, y que ayer terminó siendo uno de los puntos fuertes del fondo albiazul, junto con Gabriel Ruiz.

Aunque con cierta torpeza en el manejo del balón, el uruguayo fue siempre adelante, se proyectó y trató de asociarse con Zárate y Anívole.

Hasta llegó a estrellar un tiro en el palo, después de que la defensa de Juventud jugara equivocadamente al fuera de juego.

La única debilidad del fondo albiazul fue algún desacople entre Ribonetto y Cosaro. Este último ciertamente incómodo al jugar de zaguero. Un puesto en el que no está acostumbrado a jugar.

En el mediocampo, Talleres también dio signos de rehabilitación. Fue un acierto el colocar a Zárate como arranque de jugada sobre la derecha y buscando la diagonal hacia el medio, algo que le dio más sorpresa al equipo.

Además, la recuperación del balón de Emiliano Gianunzio (Malbernat fue un gran rival) le permitió a Fabio Pieters asumir un mayor protagonismo por derecha y por izquierda. Sobre todo, en esta última banda en la que Ignacio Anívole sigue sin levantar cabeza.

Finalmente, Lisandro Sacripanti también mejoró su nivel, aunque demasiado sobrecargado por la deficiente actuación de Claudio Riaño, quien sigue peleado con el arco y lejos del delantero arrollador que fue en la primera etapa del torneo. El goleador albiazul fue relevado por Adrián Aranda, cerca del final.

Si bien no pudo ganarle a Juventud, Talleres recuperó su tono vital y comenzó a parecerse en algo a aquel equipo que lideró la Zona 2 casi desde el inicio, aquel que su hinchada extraña.