Feliz Riaño nuevo. El delantero del Matador vivió el mejor año de su carrera en 2010. Marcó nueve goles y se transformó en el mimado de la hinchada. Pero el punta de 22 años no se conforma con lo que pasó. Va por más: el ascenso en 2011.

Se sacó la frazada de la cara. Miró al techo perdido, pensando, meditando. La noticia todavía le daba vueltas en la cabeza. “Hay chances de que te vayas a Talleres”, le había dicho la noche anterior Luis Grillo, su representante. Fue como un viaje al pasado. Eso de pensar que él de pibe se había balanceado por la cornisa destellante que es barrio Jardín. “Cuando era chico hice infantiles en Talleres”, recuerda. Pero esta vez ya tenía la conciencia curtida. Claro, ya son tiempos de prestobarba. Atrás quedó esa linda infancia.

La adolescencia lo puso en la vereda de la fama que él se supo ganar con nueve goles inolvidables en el Argentino A, como titular indiscutido en un Talleres que se hamaca en la cima de la Zona 2 del Argentino A. La vida ha pasado muy rápido y el 2010 ni hablar. Por eso se puede jugar con su apellido y con la broma de que ha sido un feliz “Riaño nuevo”. Y la analogía no es en vano. Su aparición en Racing de Nueva Italia dio qué hablar. Pero, la dirigencia y el entrenador, no tuvieron muchos reparos en sus condiciones.

“No lo conocía bien, lo tuve 20 días”, supo decir el DT Marcelo Bonetto. Pero el destino hace esas cosas que uno nunca imagina. Y a Claudio se le cumplió más que un deseo cuando frotó su lámpara. “Yo anduve por varios lados. También jugué en Juniors, en Lasallano. Tengo hermosos recuerdos de cuando ascendimos y jugué Argentino C. Pero lo de este semestre no tiene comparación”, le dice a Día a Día. Siente que su llegada a Talleres ha sido como encontrarse con la novia perfecta. La que quieren todos y la que sólo tiene ojos para uno. Pero a Claudio, los mareos no se le vinieron de golpe. Apela con sus 22 años a la familia, a la esencia de los amigos, a no morir de vértigo. Y cuando se le presentó la oportunidad, supo aprovecharla.

“La verdad que se dio todo muy rápido. Pasar a Talleres y entrar como cuarto delantero y terminar jugando, siendo goleador del equipo, uno no lo esperaba así pero estoy muy contento con esto”, asegura.

– ¿Cómo fue que viniste a parar a Talleres?
– Cuando estaba terminando el préstamo con Racing y mi representante me dijo que había una posibilidad con Talleres y no lo dudé ni un segundo. Era un salto muy importante para mi carrera, estaba convencido de ello y todo salió bien.

– ¿Tenías chances de seguir en Racing?
– Estaba como implícito. Suponía que me quedaba, pero ellos nunca me hicieron un ofrecimiento formal de ningún tipo. Ni el técnico no me dijo nada al respecto, pero no parecía que me tuvieran en sus planes. No hubo nunca una propuesta hasta que apareció Talleres.

– Llegaste en silencio, como un “tapado”...
– Sí, sabía que llegaba a un lugar para ocupar un espacio y esperar una oportunidad que era difícil que llegara. Tenía tres jugadores muy importantes por encima, que la gente los quería, que habían convertido muchos goles y era difícil. Yo acepté el desafío porque lo único que esperaba era ganarme un lugar en el banco de suplentes. Después cuando me tocó jugar lo hice bien y terminé redondeando un año soñado.

– ¿Tomaste conciencia de que Talleres es como una vidriera con demasiadas luces?
– La repercusión en Talleres es impresionante y fue el primer cambio que noté respecto a Racing. La gente, los medios, todo se magnifica mucho más. Es todo nuevo, es algo que hay que tratar de manejarlo y uno se escuda en la familia, en los amigos que son lo más importante. Ellos me mantienen los pies en la tierra. Uno está hoy arriba y quizás mañana no. Por eso hay que disfrutarlo, pero a conciencia.

– ¿Cómo arrancó tu relación con el técnico?– Siempre muy buena. Yo estaba en el banco de suplentes en la copa de invierno y después me tocó jugar contra Racing. Gané en confianza y cuando hice mi primer gol oficial (ante Desamparados) en el club, en San Juan, sentí que las cosas se podían dar. Ya había marcado contra Estudiantes de Río Cuarto en un amistoso, pero ahí arrancó un poco todo. La verdad que gané mucha más confianza y luego me tocó jugar de titular, anotar y seguir en el equipo.

– El grupo además tomó otra conciencia de vos.
– El grupo en Talleres es fabuloso, de una gran humildad. Siempre están brindándose los compañeros y se notó cuando hubo cambios por lesiones o suspensiones. Todos rindieron y eso habla de lo que es el vestuario. Son todos muy buena gente. Además tenemos un cuerpo técnico muy serio, siempre nos mentalizan de que no nos desviemos del objetivo. Eso ayuda mucho para seguir pensando en los pasos que hay que dar.

– Encima lo relegaste al Bati Aranda al banco...
– Llegamos a una situación en la que se había planteado quién jugaba: si él o yo. Salía en los medios, en la radio, en la tele, todos hablaban, pero puertas adentro estábamos tranquilos. Sabíamos que si a uno le tocaba jugar, el otro apoyaría. Y me tocó a mí y la verdad que él se portó muy bien. Antes de entrar a la cancha me dijo que iba a hacer un gol, que jugara como lo venía haciendo y por eso lo festejé con él cuando hice el gol. Fue un buen gesto.

– Y para lograr grandes cosas hacen falta este tipo de gestos...
– Si, se siente la unión del grupo y cuando las crisis lleguen se podrán superar más fácilmente. Creo que el grupo se ha mentalizado que buscamos algo importante. Ahora empieza todo camino a la definición. Creo que hay equipo para lograr el ascenso y estamos con mucha espectativa.

– ¿Después de tu expulsión en la última fecha que jugaron (ante Juventud Unida de San Luis, roja directa), aprendiste la lección?
– Si, sin dudas, la verdad que todos los días pienso en eso que estaré dos semanas más sin jugar. Tuve una reacción que no tendría que haber tenido. Esto no puede pasar en un partido que defina algo. Mejor que me haya pasado ahora.

– Y ahora le das la chance de jugar a Aranda.
– Sí, pero cualquiera puede jugar. Yo estuve de ese lado y los voy a apoyar para que todo salga bien y que pensemos en nuestro objetivo porque falta muy poco.

– Bueno, ¿entonces fue un feliz 2010 y se viene un “feliz Riaño nuevo”?
– Sí, el balance de todo el año fue muy positivo, en estos últimos seis meses, Talleres me cambió un poco la vida. Y espero que todo siga de la misma manera en el año que empieza.

– Pero el 2011 es el sueño de todos en barrio Jardín, con un objetivo bien claro: ascender.
– Sí, las expectativas son muy altas en Talleres y el objetivo es muy claro, como se sabe. Haremos todo lo posible para el ascenso.