La rueda de DT y de jugadores fugaces, terminó con la T en el Argentino A. Un final duro e inevitable.

Ocho jugadores trotaban al borde del campo aquella tarde en el Chateau. Así, con un presagio crudo, Leonardo Carol Madelón asumió sus funciones después del descenso de la T a la B Nacional, allá por julio de 2004. Eran los últimos resquicios de la derruida gestión de Carlos Dossetti, con un club degradado, en el que no había ni dinero para comprar agua mineral. Atrás había quedado una campaña inolvidable de Juan José López como DT que hizo pelear a Talleres (aquel de Serna, Osorio, De Bruno y Píriz Alves) el título de Primera División. El peso de las malas campañas anteriores fueron el cóctel para que el promedio lo colocara en Promoción. Y J.J. no pudo con un Argentinos Juniors que le ganó la serie a la T y lo mandó a la B.

El operativo retorno se trastrocó de golpe. En unos meses se decretó la quiebra, se fue Dossetti y ya tras la renuncia de Madelón (ganó 3, empató 2 y perdió 4) apareció José Omar Reinaldi. La Pepona hizo lo que pudo. Los jugadores no veían un peso y las urgencias se acrecentaban. Duró 10 partidos más (ganó 2, empató 4 y perdió 4) y, con la quiebra en el medio, el gobierno del Fideicomiso con apoyo de los Notables llegó la dupla que integraron José Trignani y Daniel Willington que permanecieron 13 partidos en el cargo (ganaron 4, empataron 6 y perdieron 3). Héctor Arzubialde (ganó 2 y empató cuatro) tomó el fierro caliente y se sintió el primer olor a Argentino A: zafó de la Reválida.

El camino a la ruina deportiva. Con la etapa del primer gerenciamiento, Talleres tuvo varios técnicos como Emilio Commisso (ganó 1, empató 5 y perdió 2), Roberto Oste (interinato en ‘05 y otro en ‘06) y, con Roberto Saporiti, el Albiazul estuvo muy cerca del ascenso a Primera, tras el Clausura ‘06. Se fue en la 8ª fecha del Apertura tras haber conformado el peor plantel de los últimos años (ganó 12, empató 10 y perdió 7).

Ricardo Gareca arribó, otra vez con Oste de por medio como interino, y tomó el equipo. Terminó de cerrar una etapa de las más negras en la historia deportiva ya que no ganó un partido en toda una media temporada (ganó 1, empató 4 y perdió 6). Aquel “desastre” fue completado por Salvador Capitano, quien terminó este magro proceso (ganó 4, empató 4 y perdió 8). Luego arribó un “tapado” como Rubén Insua (ganó 4, empató 2 y perdió 6) cuyo logro más trascendente fue el de haber ganado el último clásico contra Belgrano por 1-0 (gol de Borghello). Después del alejamiento del Flaco, comenzó la debacle camino al Argentino A. Era insalvable la presencia de un inexperto Ángel Comizzo como DT (ganó 6, empató 2 y perdió 7). Así la T llegó a la Reválida, serie que ganó, ya con Humberto Grondona como DT en el segundo partido. Humbertito dirigió a la T luego, en la primera rueda de la temporada pasada. Fue una de las mejores campañas y luego se alejó (ganó 9, empató 6 y perdió 5). La segunda parte fue de terror. Juan Amador Sánchez tuvo problemas de vestuario y todo se vino a pique (ganó 1, empató 1 y perdió 3). Siguió Raúl Peralta (ganó 3, empató 2 y perdió 4) y cerró Saporiti otra vez (empató 3 y perdió 2). Así, con esa debacle, se llegó a la quiebra deportiva, la más triste de todas.