El año está por concluir y la noticia más importante en el Mundo Talleres se hace esperar. De no ser porque el futuro inmediato del club está en juego, el fallo del Tribunal Superior de Justicia respecto del recurso de casación presentado por Ateliers podría dormir el sueño de los justos algún tiempo más.

Pero cuando se trata de una cuestión tan imperiosa como es la subsistencia misma del club, sería aconsejable que el máximo órgano judicial de la Provincia apurara los tiempos, ya de por sí lentos de la justicia.

El club, los hinchas y los socios, pero principalmente el órgano fiduciario albiazul, la Fundación Azul y Blanco y el propio Carlos Ahumada Kurtz no pueden esperar más a que se haga pública la decisión que podría restituir a Ahumada como gerenciador albiazul.

Es que la conducción provisoria del club ya está tomando medidas que requieren conseguir fondos en el día a día, como la asunción del nuevo DT, Andrés Rebottaro, y la búsqueda de los refuerzos, que podrían ser revisadas si el empresario mejicano-argentino vuelve al ruedo.

Mientras el Tribunal se toma su tiempo, la incertidumbre gana a todo ese " pueblo tallarín" al que Roberto Saporiti, el antecesor del nuevo entrenador, invocaba como un credo cada vez que no tenía respuesta para alguna pregunta complicada. Ahumada, a través de una decisión del juez de la quiebra, Saúl Silvestre, ya recuperó una buena parte del mobiliario que asegura invirtió en Talleres. Y la Fundación y los fiducarios, por su parte, se vieron obligada a recurrir a dineros propios y al solidario aporte voluntarios de los socios para recuperarlos.

La inseguridad jurídica que hizo fracasar el arribo de Andrés Fassi como gerenciador del club y que impidió que un grupo del extranjero acercara, a través del presidente de la Fundación, Ernesto Salum, una oferta millonaria para conducir al club, sigue contaminando todo y el TSJ, apurando su fallo, haría una invalorable contribución para que retorne la previsibilidad, un eslabón extraviado por Barrio Jardín.