Casi un año atrás, justo en vísperas de la fecha 25 de la B Nacional, Ángel David Comizzo desembarcaba en Talleres como el primer DT elegido por Carlos Ahumada. El gerenciador acababa de deshacerse de Rubén Insua, parte de la herencia que le dejó Carlos Granero, y decidió jugarse un pleno a mano de un novato.

La apuesta no salió del todo bien: tras cinco triunfos, dos empates y siete derrotas, la "T" debió revalidar su plaza con Racing de Nueva Italia y Comizzo se fue antes de terminar esa serie. "Me vendieron espejitos", argumentó el ex arquero a la hora del adiós. Las necesidades y urgencias, y el guiño cómplice de Ahumada, le dieron a Humberto Grondona, entonces mánager de la "T", la chance de redimirse ante un público que lo miraba con desconfianza por aquella fallida gestión de 1993.

Ya con la permanencia en el bolsillo, "Humbertito" armó un nuevo plantel y puso en escena un equipo frontal y ciclotímico, a su imagen y semejanza. A la gente no le gustó demasiado al principio, aunque terminó aceptándolo cuando le cayó la ficha de que no había tanta brecha entre el mito y la realidad de lo que representaba tener en casa al hijo del presidente de la AFA.

Pero en diciembre pasado, Humberto se fue a la selección y Ahumada debió salir disparado a buscarle un sucesor. Mientras el dueño de Ateliers negociaba con Ricardo Caruso Lombardi, "Grondonita" le dijo "éste es el chico del que te hablé", y ahí apareció en escena Juan Amador Sánchez.

Al final, el ex DT de Almagro duró sólo cinco partidos. Tras el 1-2 del domingo pasado, se fue espantado por el repudio unánime de los hinchas e impotente porque su mensaje no terminaba de llegar.

Igual que en 2008, cuando el veranito va quedando atrás y los laureles empiezan a ponerse amarillentos, Ahumada debe salir de su palco y tomar medidas para tratar de "pasar el invierno". De un acierto suyo depende el futuro deportivo de Talleres. También, en gran medida, su continuidad en el negocio futbolero.