Hay jugadores que marcan la diferencia. En cualquier categoría en la que se juegue, cuando un habilidoso aparece en escena, saca ventaja sobre el resto y anoche, en barrio Jardín, fue Lucas Wilchez quien mostró ese atributo. Pero también es cierto que cuando el volante no estuvo para jugar, fueron el travesaño, el poste y un par de salvadas providenciales, las que ayudaron al equipo de Grondona para que se pudiera quedar con el triunfo. Puede que la “T” se haya llevado un premio demasiado generoso para su juego, pero fue el que hizo el gol y en el fútbol se gana con goles.

Bien arriba, mal abajo. En el arranque del partido, Talleres fue superior a su rival y en la primera etapa estuvo en un par de ocasiones en las puertas del gol. La defensa visitante dio todo tipo de ventajas y sólo la mala noche de Salmerón justificó el cero en el marcador para el local al final del parcial. Pero, la línea de tres defensores tuvo sus inconvenientes con los balones cruzados y la velocidad de los puntas visitantes.

Al frente. All Boys no se refugió atrás, sino que cuando cruzó el medio campo fue al frente e intentó jugarle de igual a igual. Torassa y Gigliotti complicaron a una defensa de tres hombres que estuvo bastante desatenta.

Un gol y a cuidarlo. Tanto le costó a Talleres llegar al gol, que cuando lo consiguió, casi instintivamente se refugió sobre su sector y cuidó la ventaja hasta el final del partido. No había pasado ni un minuto del gol de Quiroga, cuando Báez despejó en la línea y el balón picó en el travesaño: si no entró ésa, no entraba ninguna otra, dijeron en la platea. Y así fue.

Desahogo final. Con Bartolini y Serrizuela en cancha, era obvio que los albiazules apostaron al aguante y una contra pudo darle la tranquilidad que no tuvo, cuando Quiroga tiró por arriba sin arquero. El final marcó el desahogo de todo Talleres, que ganó un partido vital por la tabla de los promedios y que le da un plus en el ánimo a una semana del clásico.