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El equipo se retura con más dudas que certezas.
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Esta vez, el “tridente” albiazul que integra Borghello no hizo valer su potencia. A Talleres le costó mucho hacer pie y casi pierde.

“No está bien el empate, porque nuestro objetivo es no dejar pasar puntos como locales. Pero sí está bien, porque no merecíamos ganar. Ellos tuvieron muchas llegadas de gol en el primer tiempo”. Iván Borghello

Daniel Potenza /
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Talleres jugó muy mal, pudo haber perdido en forma grosera y con mucha fortuna, por un gol de regalo, alcanzó a empatar 1-1 y a sumar un punto que vale oro, por la forma en que lo consiguió.

Talleres jugó el peor partido del campeonato en Córdoba y de no haber sido por una enorme dosis de fortuna, sumada a la falta de contundencia de San Martín de Tucumán y a la exuberante actuación de Valentín Brasca, pudo haber perdido gravemente ante un rival que siempre fue mejor y que puso en riesgo permanente el resultado final para el elenco albiazul.

Talleres empató el partido y eso tiene que ver con la estadística, con la cuestión aritmética, que le permite al elenco de Capitano sumar un punto y continuar en una posición expectante en la tabla, pero perdió largamente en lo referido a lo futbolístico y especialmente a la discusión táctica, porque ahí San Martín evidenció la pobreza con la que Talleres, y sobre todo su entrenador, leyeron las incidencias claves de este juego.

¿Qué significa? Es muy claro. Capitano asumió el desafío de sostener un duelo estratégico y numérico desde el arranque del partido contra la estructura pergeñada por Carlos Roldán. Batalla que perdió de principio a fin de la primera mitad.

Sencillamente, la cuestión era así: San Martín puso cuatro volantes (Gil, Jorge Serrano, Cantero y Leone), con Romano habilitado para ser la primera guitarra en tres cuartos de cancha. Talleres contrarrestó solamente con tres en el medio (Dolci, Rimoldi y Quiroga), ninguno de ellos en real capacidad para recuperar la pelota.

La intención del técnico albiazul era que los tres puntas, Borghello, Cuevas y Miralles, jugaran contra los tres que Roldán había puesto en el fondo tucumano. Talleres entonces jugaba todas las fichas a sacar ventaja en ese uno contra uno, y obligarlo al «Santo» a bajar un volante a su sistema defensivo. Pero esa teoría que tan bien Capitano imaginó, no se dio ni ahí en el transcurso del encuentro. Porque está claro que para que los tres delanteros puedan tener a maltraer a otros tantos defensores, debían tener la pelota, cosa que no ocurrió porque esta fue siempre patrimonio del conjunto visitante.

En este desfasaje táctico, San Martín gobernó todo el primer tiempo, convirtió a Brasca en una incipiente figura en el elenco de barrio Jardín y no se fue al entretiempo con el partido resuelto solo por su falta de definición y por Brasca, claro. La única vez en el parcial que Talleres logró acercarse a Caffa, se puso en ventaja con un blooper espectacular. Iban 37 cuando Quiroga hizo un lateral, Caffa se desentendió con Monge y el zaguero que la cabecea atrás para darle un cachito de respiro al agobio albiazul. Dentro y fuera de la cancha.

Como era de esperarse, en el complemento Talleres cambió, aunque Capitano tardó una hora en solucionar un desfasaje muy notorio (Buffarini ingresó por un muy descolorido Miralles) y de esa manera neutralizó los desplazamiento de Leone. Ahí el partido se volvió un «cacho» más equilibrado, porque el dueño de casa ocupó mejor los espacios, ya no le quedaba tan ancha la cancha a Rimoldi, quien estuvo al borde de la expulsión, y ya Talleres no pasó tantos sobresaltos como había ocurrido en la primera mitad.

Pero el partido hizo justicia por sí mismo, cuando a los 12 un centro de Esteban Gil fue conectado por Romano, el más petisito de la cancha, para descolocar a Brasca y poner el 1 a 1.

En esa media hora que restaba por jugar, Talleres alternó buenas y malas, siguió jugando poco, con una llamativa precariedad en algunos de sus hombres para el manejo de la pelota, caso Alvarez y Dolci, pero en contraposición a lo ocurrido anteriormente, cuando veía demasiado lejos a Caffa, en esta etapa puso en dos situaciones a Cuevas cara a cara con el arquero tucumano, y para desgracia del ex delantero de Racing, siempre ganó el guardián albirrojo.

Las variantes que llegaron sobre el cierre debilitaron al elenco de Roldán y enriquecieron al albiazul. Rivas fue muy activo tratando de ejercer la función de enganche, Buffarini aportó su esfuerzo haciendo preocupar a Leone, y entre ambos disimularon la mala tarde colectiva, las penurias de casi todo el encuentro y la posibilidad de haber sufrido una derrota bochornosa.

Talleres empató. El único saldo que le quedó fue aritmético. Y la sensación de que Salvador Capitano todavía no da en la tecla con este equipo. Talleres juega a lo que salga. Cuando le sale bien, sonríe, y cuando no sufre una pesadilla como le ocurrió en este partido.