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Miralles, ni de "10", ni atacante.

Eduardo Eschoyez /
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Talleres quiso jugar, ser agresivo con la pelota e ir al frente. Sólo logró lo último.

Nadie discute las intenciones, pero de la imaginación a la realidad hubo, otra vez , un mundo de distancia. Ahí abajo, donde la única verdad es la que escriben los jugadores en el juego que tiene un correlato en la red, a Talleres no le alcanzó con correr. De hecho, correr corre cualquiera. El tema volvió a ser en función de qué idea valía la pena correr tanto.

Ayer, ante una multitud generosa hasta para aplaudir los córners, empató 1-1 contra San Martín de Tucumán dejando una imagen que alimenta la que viene construyendo en esta temporada: salió a la cancha con una disposición a convivir con todos los riesgos necesarios, siempre para jugar y ser agresivo con la pelota. Fracasó en varios frentes, porque defensivamente lo salvó Brasca y arriba, poco y nada.

Resumiendo: llegó muy poco y le llegaron demasiado; le quitaron la pelota, presionó muy mal y si alguna vez la tuvo, no dio dos pases seguidos. San Martín le fabricó cinco situaciones en el primer tiempo. Sin embargo, el único gol de la etapa favoreció a la "T", luego de que un lateral-centro de Quiroga encontrara al fondo tucumano en medio de la duda. El arquero no orientó a Monje y Monje peinó la pelota hacia atrás, para dejar pagando a su compañero: adentro.

Más de lo mismo. Esa circunstancia fue una bendición. Sin haber generado prácticamente nada, Talleres se encontró con la ventaja y el clima para trabajar el partido con más calma, mientras desentrañaba sus sombras y confusiones. Pero su inseguridad con la pelota y la incapacidad para armonizar sus movimientos ofensivos, rápidamente volvieron a dejarlo en el mismo descampado. Entonces San Martín, desde el orden y la paciencia, empató a través de Romano, de lo mejor de la cancha.

A la hora de las decisiones difíciles, Talleres procuró un maquillaje para el mismo objetivo: tres defensores; Rivas arrancando desde atrás; dos volantes abiertos; dos arriba. Su fútbol sólo sirvió para seguir chocando. Los problemas, en esencia, fueron los de siempre.