Volvieron a marcarle un gol de arranque. Reaccionó, pero no le alcanzó.

Buenos Aires. Las imágenes de todo Quilmes pidiendo la hora ante la embestida final de Talleres, junto al recuerdo de las tapadas de Marcelo Pontirolli a Ezequiel Miralles en el primer tiempo. O bien el hecho de que la “T” llegó a jugar con tres delanteros, podrían ofrecerle al equipo cordobés algunos atenuantes para discutir la autenticidad y legitimidad de la victoria quilmeña.

Pero antes de ingresar a esa polémica, es necesario ir una instancia antes para saber porqué se llegó a un resultado no deseado. A Talleres el reloj le atrasa: cuando el rival ya hizo lo justo y necesario para ponerse en ventaja, el equipo cordobés recién amanece.

Es justamente en la condición de visitante, cuando más se ha visto esa situación. Pasó en el 1-1 con Almagro, cuando perdía 1-0, en el primer arribo serio; luego, en el 2-1 con Independiente Rivadavia, cuando caía 2-0 a la media hora; y el 1-0 de ayer, antes de los 20 minutos.

¿Casualidad o causalidad? A buen entendedor, pocas palabras. Se reconoce y se respeta la actitud de agrupar talentos para tratar de hacerlos funcionar, pero es difícil arrancar partidos con el déficit mencionado. Y más cuando, en partidos como el de ayer, el rival le esconde la pelota y sabe qué hacer con ella.

Un puñal. La voz del estadio anunció, a la vieja usanza: “Señor Alejandro Toia. Cuando usted lo disponga”. Y salieron a jugar. A Quilmes le salió todo. Acorraló a Talleres, le movió la pelota con la inteligencia de Juan Olivares, quien se estacionó sobre la izquierda, libre de marcas y listo para hacer daño. ¿Sus opciones? Germán Alemanno para el desborde; Esteban García para tirar una pared; las subidas de Gorostegui; la referencia del área que era Luciano Rodríguez.

Al final cortó camino por la avivada de Rodríguez. En una pelota exigida, le ganó a Álvarez, eludió a Maidana y colocó la pelota contra un palo, con un remate a medida.

Talleres reaccionó. Un pase lujoso de Rimoldi siguió con sombrero de Miralles a Pontiroli, quien, en forma increíble la sacó al córner. Luego, en una salvada de Pontiroli ante Quiroga. Pero esos encuentros ya no se repitieron.

Al frente. Quilmes recuperó el control de la pelota y estuvo cerca de anotar con los remates de Olivares y Gorostegui, que fueron controlados por Valentín Brasca.

Salvador Capitano, DT de Talleres, ordenó los ingresos de Buffarini, Rivas y Cuevas para cambiar la historia. Quilmes se replegó, le dejó la pelota a los cordobeses y se preparó para el contraataque con Giampietri, Marclay y Ceballos (los cambios de Alberto Fanesi).

Un tiro de Buffarini, que fue desviado al córner, fue la situación más clara de la embestida final y Quilmes desperdició dos chances a cargo de los últimos ingresados.