A un año del ascenso, Guiñazú asegura que la “T” será el último club en el que jugará antes del retiro, que está “50 y 50” respecto de esa decisión y que no depende de entrar a la Sudamericana.

Hoy se cumple un año de una fecha inolvidable para Talleres. Fue un 5 de junio de 2016, en Floresta y contra All Boys, el día en el que el equipo conducido por Frank Kudelka ganó 2-1 y logró el ascenso a Primera División que añoraba desde hacía 12 años.

Fue la tarde del zapatazo de Pablo Guiñazú, en los últimos segundos del partido; la de su “equivocación”; la de la promesa cumplida al viejo que lo miraba desde arriba; la de una emoción fuerte que, con la distancia de 365 días, aún siente y no compara con alguna otra de su profusa carrera.

Ayer a la mañana, en Carlos Paz, tras despertarse y aún con bronca por la caída contra Temperley, y disfrutando de la visita de su señora y de sus dos hijos –viven en Porto Alegre– “el Cholo” atendió a Mundo D para hablar de eso y de mucho más.

Fue una entrevista abierta en la que respondió a todo y en la que tampoco evitó referirse a la posibilidad de su retiro, un tema que en el club hoy parece una cuestión de estado, por tratarse de su ­jugador más importante, del capitán y referente del plantel, de un futbolista que, aún con casi 39 años, se hace cada vez más imprescindible por su jerarquía, trayectoria y calidad de persona. “Hay un 50 y 50”, señaló.

–¿Qué te viene a la mente cuando recordás esta fecha?
–Estamos hablando de un año. Cómo pasa rápido el tiempo… pensé que me iba a retirar en ese momento. Y acá estamos todavía, charlando. Tuve otras alegrías muy grandes, pero sin dudas esa fue la más importante que pasé en mi carrera. Será el recuerdo más bonito que tendré una vez que no juegue más al fútbol.

–¿Toma una perspectiva diferente con el paso del tiempo?
–La verdad es que fue algo histórico. Primero para mí y segundo para todo lo que ocasionó ese partido. Ese zapatazo en los últimos segundos... es algo que no se me borrará jamás. Pero sobre todo por ese grupo, por esa gente que trabaja en el club. Es increíble lo que hacen y lo que mueven. Era alcanzar un objetivo que al club le costaba mucho alcanzar: volver a Primera, el lugar al que pertenece Talleres. Tuve mil sensaciones que no se pueden describir.

–La de tu viejo fue la principal, por aquella promesa que le hiciste.
–Seguro. La película pasó rápido y todavía me parece mentira. Está lo de mi viejo, pero también mi vieja, mi señora, mis hijos, mis dos hermanos, mis sobrinos. Y mis amigos íntimos. Ellos son los que me acompañaron y me siguen acompañando. Para mí eso es invalorable.

–¿Te sentís colmado con haber logrado mantener a Talleres en Primera o necesitás de algún otro desafío en el club antes del retiro?
–Yo no me conformo. Estoy muy feliz porque Talleres esté en Primera, pero creeme que cada vez que perdemos, como contra Temperley, no me gusta para nada. Esas cosas me impulsan para seguir. Perdimos y quiero ganar el próximo partido para que no se nos caiga la ilusión de entrar a una copa. Yo pienso en el partido que viene. Y con respecto al retiro, no voy a responder porque es algo muy a futuro todavía.

–¿Seguir una temporada más depende de que entren a la Sudamericana?
–No, no. El desafío más grande que yo tengo es seguir cumpliéndole a un club que me entrega todo, hasta el último día de mi contrato. Este club, cada uno de sus integrantes, me da mucho en el día a día. No depende de entrar a la Sudamericana o no.

–El cuerpo te da, ya lo demostraste sobradamente. ¿Y la cabeza qué dice?
–La mente ésta intacta. Siempre bromeo con eso, pero parezco un pibe de 20 (risas). Estoy bien, contento, feliz, tratando de cumplir mis objetivos personales. Sólo pienso en ayudar en lo futbolístico y seguir a disposición del club.

–¿Ya querés instalarte definitivamente en Córdoba o te lo impide tener a tu familia en Brasil?
–Eso es más complicado. Me ha tocado estar separado todo este tiempo de mi señora, que me acompaña a todos lados. Fue duro, pero ella siempre supo lo que yo deseaba estar acá. Le tengo que agradecer eternamente a mi vieja que se vino a vivir conmigo para no sentir tanto ese vacío que es la falta de ella y de mis hijos. Yo he viajado constantemente a Brasil para no extrañarlos tanto. Pero mi hijo mayor tiene 17 años, está de novio y por entrar a la facultad allá. El más chiquito se vendría con nosotros, pero todo esto es para definir en un futuro. Uno no sabe qué va a pasar cuando termine el torneo. Es una decisión a tomar en conjunto con la familia y el club. Quiero terminar el torneo de la mejor forma y después tomaremos la decisión.

–¿De no seguir en Talleres tenés alguna oferta para jugar en el Inter, Vasco u otro club?
–Tener las tengo, pero no me gusta mucho hablar de eso, porque me enfoco únicamente en Talleres. Ya he dicho que, si Dios quiere, será mi último club. Yo creo y estoy convencido ya en un 95 por ciento de que será así, pero en el fútbol, como se dice, nunca está dicha la última palabra y uno nunca sabe qué puede pasar.

–¿Te hizo alguna propuesta Andrés Fassi para seguir en otro cargo si decidís retirarte?
–Andrés siempre me ha dado un apoyo impresionante desde el primer día. Nos fuimos conociendo acá. Yo había sentido hablar mucho de él, pero el día a día es lo que ha ido fortaleciendo nuestra relación. Lo hemos hablado muy por encima y casi siempre bromeando. Hoy todavía me siento jugador y quiero volcar mi energía en la cancha. Cuando termine el torneo, lo escuchare. En una de esas puedo seguir sirviéndole al club en otra función, porque este club sigue creciendo rápidamente y de una forma impresionante.

–¿Te ilusionás con que casi con 39 años Jorge Sampaoli te convoque a la selección?
–No lo conozco al profe. Lo trato de seguir porque me gusta la forma que tiene de hacer jugar a sus equipos. Le deseo la mejor de las suertes en la selección. Sé que tengo 38 años, pero hoy no se ­puede mentir en el fútbol. Hoy te controlan todos los partidos, cuántas pelotas das bien, cuántas mal, cuantas recuperás, cuanto corrés, qué distancias, cuántos pases gol das… y si el físico no da, no da. Y yo creo, humildemente, que a mí me sigue dando. Dicen que soy el jugador que más pelotas recupera en el fútbol argentino y que doy nueve de cada 10 pases bien. Son desafíos que me impulsan a seguir adelante y no perder la ilusión de que se de. A mi edad, yo sigo soñando con que me convoquen a la selección. Sigo luchando, buscando la perfección. Soy un enfermo de eso. Le sigo metiendo todos los días. –¿Y cuándo vas a volver a pegarle al arco como ese 5 de junio? Desde ese golazo no te he visto hacerlo otra vez.
–(Risas) Si llego a seguir jugando, van a tener que esperar un año más. Serán dos años sin pegarle (risas). Aquella vez me equivoqué. Habrá que animarse de nuevo y equivocarme más seguido.

–Sos una especie de padrino de “Bebelo” Reynoso y lo aconsejás siempre respecto de cómo llevar su vida profesional y personal. Ha pasado muchas cosas en muy poco tiempo, dentro y fuera de la cancha. ¿Cómo lo encontrás hoy?
–Sí, es cierto. En dos años le han pasado muchas cosas, demasiadas quizá para su edad. Hay que entenderlo, escucharlo, abrazarlo, no criticarlo… algunos lo critican con mucha facilidad, a lo mejor sin saber cómo fue lo que le pasó en ese episodio. A nivel grupo y club le hemos dado mucho apoyo. Él sabe que está a las puertas de cambiar su vida y a lo mejor para siempre. Tiene que aprender de la vida, de los golpes que da y siempre ir por el buen camino

–¿Superó lo del reciente episodio policial en el que estuvo implicado?
– Ese hecho es un obstáculo importante en su vida del que, estoy seguro, aprendió mucho y se está recuperando. El camino de la vida es uno solo: el de ir derechito y no salirse para los costados. Jugués o no al fútbol profesional. Y si uno lo hace, tiene que ser aún más responsable porque tiene una imagen que cuidar. Debe volverse un profesional mil por mil, porque tiene un futuro increíble. Los más grandes estamos para ayudarlo. Yo le deseo lo mejor. En la cancha lo disfruto día a día porque es un jugador extraordinario, con otra visión, con otra inteligencia. Da gusto verlo jugar.

–Te tocó venir al club en un momento que ni lo pensabas. ¿Qué es Talleres para vos hoy?
–Yo no te voy a vender humo. Talleres ha marcado mi carrera y mi vida personal, tiene una importancia tremenda. Ese gol contra All Boys, que yo no pensaba hacer, me marcó para siempre. Y el compartir día a día con los compañeros, con los dirigentes, con cada empleado de cualquier área, me hace crecer todos los días como persona. Los códigos, el sentido de pertenencia, los valores, la humildad, se han potenciado en mí por estar en el club. Me enseñan todos los días y no tengo cómo agradecerles. Talleres hoy es todo para mí.

–¿Y Andrés Fassi?
–Es un maestro, un profesor de la vida. Podría escribir un libro de él. Con todo lo que construyó en México decidió venir a Talleres para repetirlo acá… es increíble lo que creció este club desde que él lo conduce. Es una persona especial, con una energía y un espíritu positivo que no se encuentra a diario. Hay que observarlo, escucharlo y aprender de él. Y seguir apoyándolo, porque con su tarea y sus valores cambia la vida de personas y no sólo de futbolistas.

–Voy a usar una frase tuya. ¿Hay “vamos que vamos” para un rato todavía?
–(se ríe). Y dale con eso… para que te quedes conforme: hay un 50 y 50 de posibilidades. Lo mío es el día a día. Y seguir estando solo, lejos de la familia, no es fácil.

–¿Lo económico influirá?
–(otra vez se ríe) Olvidate. Preguntale a Andrés. Si fuera por lo económico, ahora estaría tirado en una playa.