El clásico cordobés volvió a contar con un exuberante apoyo popular y sobredosis de esfuerzos de futbolistas.

Es Talleres. Es Belgrano. Es Córdoba. Es el clásico. Es todo. Es el recibimiento de hace un mes y el de ayer. Sólo hay que cambiar los colores para cada escena, pero las sensaciones son iguales: tiembla todo, saltan todos, se aturden todos, se mueven todos, se emocionan todos. Son los que están en el Kempes, esos que antes de entrar se comieron un picadón al lado del río o se devoraron una falda. Son los que están comiendo el asado mientras ven en la TV cómo los de celeste levantan las manos para saludarlos a ellos que están del otro lado, lejos pero cerca.

Es el fútbol. Es el Talleres-Belgrano, el del 1-1. Es el Belgrano-Talleres de hace un mes, ese que terminó en negro por la muerte de Emanuel Balbo, un hecho que marcó la previa del de este sábado, menos efervescente en la antesala, pero más hot en el desarrollo.

De todo y de todos

Es el “caso Bebelo” y cómo los hinchas de Talleres se dividían en la previa en sus opiniones sobre si debía estar o no, aunque el 10 no estuvo y nadie sabe cuándo estará. Quién sabe dónde vio el gran recibimiento de los hinchas. Es el clásico de Córdoba, una exuberancia de apoyo popular, una sobredosis de esfuerzos de futbolistas que quieren demostrar algo más. Es Pablo Guiñazú enamorando en cada intervención. “El Cholo” juega con el entusiasmo de un pibe y con la mentalidad de un grande. Es capaz de “pelearse feo” con los volantes de Belgrano y es capaz de ser el primero en ir a saludar a los rivales tras el pitazo final.

Es Matías Suárez y su grito alocado. Suárez hace un año que volvió a Belgrano, pero todavía está intentando volver. Por eso grita el gol como lo grita, como la vez que en 2009 se sacó la remera para mostrarles a los hinchas que no tiene ningún tatuaje de Talleres.

Es el grito de gol de los hinchas de Belgrano frente a la TV. Desde el partido con Coritiba, en Brasil, que no gritaban un gol así. Desde ese partido Belgrano había dejado de ser Belgrano. El Belgrano duro y bravo que es una molestia para los rivales.

El referí

Es Néstor Pitana y un partido en el que “empató” las broncas. Por la roja que no le mostró a Komar, el hombre que impidió un casi seguro 2-1. O la mano de Farré que no cobró como penal, lo que podría haber sido el 2-1 de la “T”. Pero es 1-1 al final. El empate más redondo para los dos clásicos, en el que se revirtieron los que iban ganando: en el de abril, ganaba Talleres y lo empató Belgrano.

Es el clásico de Ezequiel Rescaldani, al que los hinchas le piden que sea “el Cachi” Zelaya de 1998. Es el jugador del cual todos esperan que sea refuerzo y ayer ayudó con su gol a mitigar las sospechas de que es incorporación. Es el grito de gol de los hinchas de Talleres, un grito-desahogo bestial que llevará a varios a ver el médico por el dolor de garganta.

Es Frank Kudelka y ¿su último clásico? El DT trata de renacer al Talleres que jugaba lindo y ganaba bien. Es Sebastián Méndez aplaudiendo cada quite del equipo. “El Gallego” está haciendo “la gran Zielinski”: sacar de perdedor a un Belgrano blando.

Es Belgrano quedándose en el campo de juego para una arenga: el equipo siente que no perder es ganar. Es Talleres saludando a su gente: el equipo siente que no ganar es no ganar, sólo eso. Talleres está a un acierto de ser el Talleres que quieren todos. Belgrano está a un acierto de volver a sentirse Belgrano. Es el clásico Talleres-Belgrano. El partido de dos equipos “llena estadios” condenados a buscar ese éxito nacional que cambiaría su existencia y, claro, la de millones de cordobeses.