El autor del 2-1 de Talleres en la Bombonera recuerda el robo que le cambió su vida: del drama al éxtasis, el pibe que sonríe otra vez.

Emanuel Reynoso tiene una sonrisa que trasciende el duro pasado que le tocó vivir. Es que el gol histórico que le marcó a Boca, en la Bombonera, no solo significó el triunfo de su equipo, sino que fue el primero de su incipiente carrera en la primera división. "Gracias a Dios pude convertir en la cancha de Boca, estoy muy contento. Se me cruzó de todo por la cabeza, mi familia, mis compañeros, en darle la gracias a todos.", comentó el joven volante, el día después del triunfo de Talleres por 2 a 1.

Con apenas once partidos en primera, Emanuel Reynoso tiene una historia de fútbol y de vida que lo acerca al drama y a la felicidad. En 2014, casi tres años atrás, dos delincuentes lo sorprendieron para robarle su moto, él se resistió y le dispararon en la rodilla izquierda, justo donde descansa gran parte de su talento. "Pasaron dos chicos arriba de una moto y se bajaron a robarla. Los enfrenté, pero uno sacó el arma y me pegó un tiro en la rodilla. Me senté y lo primero que pensé fue en mi futuro y el de mi familia. Sentí más miedo por no volver a jugar al futbol que de morir", recuerda Reynoso, en una charla con la nacion, mientras señala la misma pierna con que le marcó el gol a Boca.

Fueron tiempos duros, en los que hasta se planteó la posibilidad de dejar el fútbol. No sólo por el balazo sino porque a poco de haber vuelto a entrenarse sufrió un accidente automovilístico que retrasó su regreso. Sin embargo, el club lo fue a buscar y lo convenció para que regresara. "Estuve mal por el accidente y no quería jugar más al fútbol. Pero Daniel Albornoz, técnico de la quinta división, me convenció de que vuelva a jugar", cuenta, con una inconfundible tonada cordobesa. Y agrega: "El día que volví, entré en el segundo tiempo y a los minutos, me echaron... Pero no me importó nada, salí corriendo a darle un abrazo a mi vieja que no paraba de llorar por la emoción de verme jugar nuevamente".

Reynoso nació y vivió hasta hace un año en el barrio Ituzaingó, más conocido como Barrio Chino, en las afueras de la ciudad de Córdoba Capital. En ese pequeño mundo, dio los primeros pasos en el fútbol infantil en el Club CIBI. Hasta que a los 15 años fue fichado por Talleres, el club del cual es hincha. Zurdo, habilidoso, picante, Reynoso hizo su debut en la primera de la T en enero de 2016, cuando el equipo militaba en la B Nacional. Sin olvidar su pasado, suele visitar seguido el comedor del barrio, donde alguna vez también fue a calmar su hambre.

Hoy, Emanuel -Bebelo o Bebe para los amigos-, cruzó el puente que separa esa vida de emergencias de un mañana donde sus sueños son gritos de tribunas y no los que anunciaban el pan caliente para los mates en el barrio Chino. Por eso, hoy, se le enciende la voz cuando la charla transita por el fútbol, Talleres y los amigos. Vive la vida sin remordimientos haciendo lo que más le gusta: el fútbol. "Yo soñaba con ser futbolista. Me esforzaba y entrenaba para eso. Dormía con la pelota. Le doy gloria a Dios que me hizo volver", explica Reynoso, quien en sus comienzos usaba la camiseta 33 por la edad de Cristo.

Más allá de la perseverancia y el apoyo de sus afectos, Bebelo Reynoso reconoce que la promotora del presente es su madre Mary, quien amasaba pan casero para darle de comer a sus siete hijos. "Mi vieja se esforzó muchísimo para que yo pueda llegar. Ella hacía pan casero para que yo pudiera pagarme el cospel del colectivo para ir a entrenar. No teníamos otra posibilidad y ella se sacrificaba mucho. En esa época éramos una familia muy humilde, pero muy felices con pequeñas cosas.", cuenta Emanuel, un ferviente admirador de Juan Román Riquelme.

No le importa el futuro tentador ni el pasado serpenteado. Tampoco los flashes del presente. Reynoso prefiere disfrutar del buen momento que atraviesa en Talleres con los pies sobre la tierra. "Estoy muy cómodo y todavía tengo que seguir creciendo. Mi sueño es ganar cosas importante con Talleres y devolverle un poco de lo tanto que me dio", confía.

En Córdoba, cuando sus viejos Daniel y Mary tenían otros desvelos, él solo soñaba con jugar alguna vez con la camiseta de Talleres. Pero cuando su destino de futbolista lo puso en la primera de la T, cambió su ilusión por otra más grande: hacerle un gol a un equipo grande. En la Bombonera, cuando los rumores gigantescos de la gente envolvían los cantos y los gritos, se propuso alimentar sus afectos con un gol histórico.