EL MEJOR. Pablo Guiñazú dio una lección de fútbol, sacrificio y vocación por el equipo. Así, la T empató con el Pincha puntero del torneo y se trajo un puntazo.

Es un soldado. No es un jugador de fútbol. Es un boxeador, no un volante central. Es un animal que muta con un sinnúmero de cualidades. Pablo Guiñazú es el emblema, el espíritu más puro del sacrificio en Talleres.

El empate ante Estudiantes 0-0 en La Plata lo volvió a mostrar tal cual es: el ejemplo de lo que hay que hacer, pero de lo que hay que ser.

Guiñazú se lo dijo a Día a Día: “ser capitán no es sólo llevar una cinta en el brazo. Es hablar con los compañeros, es retar a los que no van bien, es alentar a los que lo necesitan y es dar una muestra predicando con el ejemplo”.

El Cholo, a los 38 años juega con una armadura. Parece que los golpes de los rivales no le duelen. Tirarse al piso es parte de una forma de sentir y de dejar todo hasta la última gota del sudor.

Guiñazú tiene experiencia, pero no sólo es un jugador táctico y de una cabeza notable. Es un mediocampista que sabe que si no entrega el alma en cada partido, sentirá a su faena como incumplida.

El Cholo, como un chico. El 21 de la T juega como si tuviera esa edad en el lomo. Habla, contagia, dirige, colabora y suma. Siempre suma. Y eso se nota en el reflejo de la salida sonriente desde el vestuario, su dolor por los muchachos de Chapecoense con los que compartió torneos en Brasil y su conciencia familiar, de estar siempre conectado con su círculo íntimo para recargar el combustible que a veces no puede con un físico que tiene un rodaje notable, pero que aún engrana para seguir su marcha en la larga ruta de este torneo de los 30 en primera.

Pablo Guiñazú, más que uno de los grandes ejemplos en las últimas épocas de Talleres.

Lejos de ese “vedetismo”, de ese “egoísmo”, de esa “chapa” que podría ostentar, Guiñazú prefiere la línea de la humildad, de la sencillez y de dejar de lado cualquier tipo de ostentación.

El pibe Bersano se sube a su camioneta. Es el chico que acaba de firmar su primer contrato con Talleres. Guiñazú lo lleva a la casa. Es el más nuevito de todos, el que está empezando a convivir con el fútbol profesional.

Y el viejo lo cobija y arropa, como lo hace con cada uno de sus compañeros. Porque, más allá de las preferencias con los más chicos, para que comiencen a entender de qué se trata esto, también tiene las antenas paradas para los que más años tienen encima.

Guiñazú hizo este domingo ante Estudiantes un partido casi perfecto. Quizás le faltó el remate histórico ante All Boys en el ascenso de Talleres. Pero ya es mucho pedirle al mejor jugador de la cancha. Es incansable, no quiere dejar ni un minuto el campo de juego. Y sobre el que el entrenador se apoyó para encontrar el sentido táctico, físico y mental de este equipo.

¿Cuántos jugadores se vieron en el fútbol de Córdoba que tuvieron un paso fugaz, como para “juntar unos pesos más”? Eso de estar “de vuelta” que suelen decirle. Guiñazú es la antítesis de eso.

Puede y tiene cómo jugar con otras cartas, con la trayectoria, con la experiencia y su “renombre”. Pero díganle Cholo nomás, que con eso le alcanza. La batalla de Guiñazú es, como él lo dice, “contra Guiñazú”. Y siempre trata de ganarse a sí mismo.

Así, los hinchas de la T, deben seguir disfrutando al último gran caudillo que se necesitaba para esta categoría. Guiñazú, el Cholo, un tipo que vale la pena.