De la mejor manera: Talleres le ganó al River juvenil 2-1 y se quedó con la Copa BBVA. Fue fiesta completa para celebrar el ascenso a la B Nacional.

El “ex” sufrido hincha llegó al Kempes con una tranquilidad pasmosa. La mujer, que esta vez no se iba a despegar un domingo a la tarde de paseo, lo apuraba. “Tranquila. Hoy es para disfrutar, mi amor”, le dijo mientras le guiñaba el ojo al nene que venía en el asiento de atrás todo vestido de Talleres. Y, sí. La complicidad del padre con el niño se entendía.

Por primera vez en el año, iban a la cancha a pasarla bien. A gozar. Y que River venga con los pibes de la reserva no importaba. Había que estar preparados para cantar todo, agradecer mucho y para dejar las palmas de las manos rojas para aplaudir al plantel que subió a la B Nacional y dejó el infernal Federal A, esperan que para siempre.

Y esa familia típica, hincha del albiazul vivió una fiesta. Las gradas del Kempes se fueron poblando de a poco. Casi 25 mil personas donde también se destacaron casi dos mil de River que vinieron a alentar a los juveniles, vieron la salida con fuegos artificiales a los costados. Los dos planteles salieron juntos y, si bien no fue la parafernalia anunciada, estaba bien. La ovación cuando el locutor oficial iba nombrando a cada uno de los integrantes del equipo se hizo más fuerte cuando se escuchó el nombre de Rodrigo Burgos, de Juan Pablo Francia, de Victorio Ramis y de Eial Strahman.Leé más

Con los equipos en cancha, el tiempo de reflexión y solidaridad por los atentados en París del viernes pasado tampoco estuvo ajeno. Un cerrado aplauso y luego un minuto de silencio sirvió para homenajear a las víctimas.

Y después el fútbol. La pelota rodó y los chicos de River metieron primera. A los seis, de cabeza, el defensor Gonzalo Montiel anticipó a todos y puso el 1-0. Un hincha de Talleres gritó: “Vamos che, pongan huevo...”. Otro lo paró en seco: “¿Ni para el partido festejo, te quedás tranquilo vos?. Y se abrazaron y cantaron. Así fue todo el partido. Cayeron en la cuenta de que esta fiesta era para ellos. No sólo para homenajear al plantel y al cuerpo técnico sino también a los que partido a partido dejan la garganta, los nervios y parte de la salud para estar con el querido Talleres.

Y el partido del entretiempo jugado entre clientes del banco auspiciante de ambos clubes sirvió para divertirse un rato. Y el público hasta alentaba y gritaba los goles de ese partido que fue dirigido por el ex árbitro Javier Collado.

El dueño de la ovación. Como estaba previsto, Talleres cambió todo el equipo, salvo Ivo Chaves. El salteño se quedó en cancha jugando de lateral pero fue un dato más. El que se llevó todos los aplausos fue Rodrigo Burgos. Sin dudas, el paraguayo fue adoptado por los faenas albiazules como el símbolo. El volante central levantó los brazos, saludó y se puso el overol. A él tampoco le importó que el partido sea amistoso, de festejo. Quitó y metió como si fuera otra final más. Y por eso justifica el cariño de la hinchada y las ganas que tiene de que siga vistiendo la azul y blanca en la B Nacional.

En cuanto a lo netamente futbolístico, el equipo del segundo tiempo de la T se paró mejor y tuvo algunas chances de gol con poca puntería del lado de los atacantes de la T. Pero, si lo metían, mejor. Más redonda iba a ser. Si no, no importaba. Estuvieron cerca los chicos de River pero Ischuk se lució con un par de revolcadas. Al final, llegó el 2-1 de Bovaglio luego de un centro de Francia y la fiesta fue completa.

“Dale campeón, dale campeón”, fue el grito que coronó el partido y precedió a la premiación al mejor estilo de las copas internacionales. Luego llegó el show con fuegos artificiales, luces, música y alegría. Mucha. Y en definitiva eso era lo que hacía falta.

Y los hinchas de la T se prendieron. Porque fue un año duro, largo y que Talleres coronó con el regreso a la B Nacional dejando atrás el Federal A al que nunca quieren volver. Y la promesa de volver a ser de Primera ya no será tan utópica. Total, soñar no cuesta nada.