Arnaldo Sialle no es la excepción a la costumbre universal que expone en primer lugar a los directores técnicos en tiempos de crisis.

Son recurrentes las reuniones en tiempos de malos números en los clubes del mundo. Talleres apela por estas horas a esa instancia de diálogo y reflexión para prevenir otros tropezones. El Fondo de Inversión albiazul evalúa rendimientos, entre los cuales, aparece enfocado con lupa el de su entrenador, Arnaldo Sialle.

Sialle no es la excepción a la costumbre universal que expone en primer lugar a los directores técnicos en tiempos de crisis. En condiciones normales, ellos, con mayor o menor consenso de los directivos, eligen a los jugadores, buscan refuerzos, arman el equipo, definen su juego.

Son los máximos responsables y los primeros expulsados de un sistema que premia hasta exageradamente la efímera estela del éxito, pero que también castiga con inusitada crueldad la igual de breve marca de la derrota. En ese sentido, en el fútbol argentino no hay zonas grises. O los entrenadores acompañan desde adentro la gloria o se tienen que ir para mirar desde afuera el fracaso de sus futbolistas.

El rosarino sabe de todo esto. Lo ha vivido otras veces. Y, de una manera tan digna como anticipada, puso casi inconscientemente su puesto a consideración, luego de la derrota ante Almirante Brown de Isidro Casanova, hace poco más de una semana. Era la respuesta por los resultados de un equipo que no mostraba una propuesta colectiva definida, que sólo expresaba intentos individuales, en su mayoría equivocados, y que hasta ahora ha conseguido nada más (¿nada más?) que tres empates y dos derrotas.

Pero Sialle no es el único responsable. Esta es la gran oportunidad para que los “expibes” formados en el club y los más fogueados que vienen de la anterior temporada puedan demostrar si tienen la jerarquía para jugar en una categoría superior, y si los refuerzos honran su condición para potenciar una propuesta hoy perdida en intenciones pobres.

A su evidente problema para proteger a su arquero (no sólo responsabilidad de la defensa) y el laberinto en el que muchas veces se pierde para dar con el arco rival, Talleres le agrega un dato demasiado sensible para la piel del futbolero, sea cual fuere su participación en el espectáculo: la actitud, un bien preciado en Argentina hasta por encima de cualquier otra virtud, que ha sido cuestionada por Sialle debido a la limitada exposición que en tal sentido hicieron sus jugadores en la derrota ante Crucero del Norte.

Es por eso que en esta época se ha notado más la poca simpatía hacia la marca y la disciplina táctica de jugadores como Carabajal, Díaz, Leyes, Barrionuevo, Brítez Ojeda que su ya reconocido virtuosismo para manejar el balón y para generar juego ofensivo. Se habla de ellos por sus potencialidades, las que los hacen importantes en el plantel y, por eso, necesarios para cambiar la historia.

El fin de semana, Sportivo Belgrano, con el que últimamente ha acaparado duelos llenos de polémicas, será su insospechado gran evaluador, desde la tranquilidad de sus nueve puntos en un comienzo satisfactorio. Es el primer gran trance que afrontará Talleres en un torneo muy largo, que ya le está generando un prematuro desgaste. De su predisposición anímica y de la definición exitosa de su modelo surgirá un equipo renovado, o un mal resultado o una floja actuación dejarán algún alma en el camino.