Talleres tuvo que sufrir, es cierto. Pero los números finales de campaña del ascenso no hacen más que ratificar su supremacía a lo largo de todo el año. El 1-0 a San Jorge fue el corolario de un esfuerzo grande, que se tradujo en desahogo. Nunca el Kempes estuvo tan lleno. Nunca tanta emoción se apoderó de las tribunas.

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El gol del ascenso. En secuencia: desborde de Bottino, definición de Velasco y festejo albiazul // FOTOS: ANTONIO CARRIZO.
Las imágenes se atropellan. Una tras otra. Ahora, sobran. La del gol de Maximiliano Velasco y ese taquito, la de la gambeta de Gastón Bottino, la del gigante Arnaldo Sialle agradeciendo a los jugadores y diciéndole a Javier Villarreal “sos un monstruo”. Un enorme Diego Aguiar que lagrimea... “Talleres ascendió, culeaaaoooo”, grita el plantel cuando se va de cara a la tribuna del Daniel Willington.

La “T” fue campeón, en la noche más esperada. Se eligen las formas del festejo. Los jugadores, arriba del travesaño; el cuerpo técnico se permite un pequeño exceso (“Matador yo nací, alentando me voy a morir”, cantaron); los dirigentes, lloran. Ernesto Salum, Alberto Escalante, Rodrigo Escribano, “Maxi” Salas; se emocionan los fiduciarios y hasta el juez de la quiebra, Saúl Silvestre... Los hinchas, en definitiva, viven el día de la resurrección.

Primero hay que saber sufrir
Se festeja todo porque, para hacerlo, hubo que saber sufrir. Vaya si lo sabrá la “T”. Todo valió para que el cuadro, esta vez, estuviera acorde al marco. Que hubiera algo para colgar de esas paredes que alguna vez fueron de oro y luego comenzaron a perder brillo, hasta la casi desaparición. Literalmente. El cuadro del campeón, el del regreso, esa película que tanto se guionó y recién ahora se cumplió, dará brillo a esas paredes.

Una película que esperó 1.423 días para que fuera protagonizada, de verdad, por los que portaban la camiseta y quienes lo administraban al club. Que los capítulos no fueran de la gente y de ese fenómeno de concurrencia. Ese pueblo que tuvo que cambiar de idiosincrasia. Que debía moderar esa soberbia heredada de otras épocas. Un aprendizaje que le llevó mucho tiempo al Mundo Talleres. Anoche mismo tuvo que vencer a San Jorge y esperar una mano de Santamarina de Tandil, que venció a Maipú por 1­0.

Aquel sábado 13 de junio de 2009, Los Andes goleó 3­0 a Atlético de Rafaela y condenó al descenso a Talleres, que empató 1­1 contra Quilmes en Buenos Aires. A partir de ese momento, la “T” bajó al “infierno” llamado Torneo Argentino A. La herida que se abrió aquel día, se cicatrizó anoche. Ese día los hinchas, con prohibición de concurrencia y paro de bondis, ni pudieron gritar su bronca. Sólo al final la despedida al plantel con un “Volveremos, Volveremos”, en torno al ómnibus. Ahí donde lloraba Julio Buffarini (anoche presente) y muchos otros pibes.

El principio del regreso
Anoche también sonó el “Volveremos”, tras la vuelta olímpica y el final de las radios con el partido en Tandil. Es que el 1­0 a San Jorge fue sufrido. Ese tanto de Arnaldo González en Tandil se gritó como propio en el Kempes; pero, casi al mismo tiempo, Aguiar salvaba a Talleres. Y hubo muchas otras fotos que hoy son anécdota, como el enorme penal que el árbitro Bruno Bocca no cobró, tras la grosera falta de Nievas a Alejandro Toledo, que salió cortado. El gol de Maximiliano Velasco, el hit “de la mano de ‘Cacho’ Sialle todos la vuelta vamos a dar”, la aparición de Carabajal, la de Díaz, nuevas salvadas de Aguiar... Y el final. El festejo que no quiso esperar ni siquiera al cierre en Tandil.

Se dijeron muchas cosas durante el undecagonal, pero hay una verdad imposible de refutar: Talleres fue el mejor. Anoche y durante todo el torneo. Terminó ganando con un gol de taquito, clasificó cuatro fechas antes al undecagonal y lo ganó en la novena fecha. Fue el de mejor eficiencia, el que más convirtió, tuvo a un goleador que hizo historia como Gonzalo Klusener y le dio una parte de la gloria a quien llegó como quinto delantero. ¡Quién lo diría! Velasco llegó recomendado por “el Tata” Martino y fue campeón en un estadio repleto con 60 mil personas.

Historia en las tribunas
Lo que se vivió fue el frenesí de un pueblo que batió un récord de venta: 48 mil entradas en 48 horas. Con las 14 mil ubicaciones aseguradas de los socios, se hizo un marco inédito para una ocasión histórica.

Fue superado el récord de las 42 mil almas ante Gimnasia y Tiro (superó, incluso, los mejores registros de la “T” en la B Nacional y Primera División y marcó un récord para la categoría), igualando la convocatoria de Instituto–River por B Nacional (60 mil espectadores).

También quedaron atrás los registros de la selección argentina ante Costa Rica, por Copa América (54 mil personas) y con Paraguay por eliminatorias (56 mil); los del “clásico de la amistad” en verano ante Belgrano y los últimos dos Belgrano­Boca (todos entre 50 y 52 mil personas), en Primera.

El fenómeno también se tradujo en pesos. La concurrencia hizo que el club se autofinanciara en los últimos dos meses. En realidad, pareciera que el máximo coliseo cordobés, que subió su capacidad de 45 mil a 57 mil espectadores, hubiera sido ampliado para esta ocasión, con una fiesta inolvidable.