La "T" salió airoso de la batalla de Maipú (igualó 1-1 con Deportivo) y el domingo puede volver a la Primera B Nacional si le gana a San Jorge y se dan otros resultados.ç

Gabriel Carabajal abrió las brazos y miró al cielo. Luego, el pibe, que estaba parado a un metro de la línea media, juntó las manos y se puso a rezar. El tiempo de esa imagen databa de los segundos anteriores al inicio del complemento. Cuando Talleres ganaba por 1-0.

Era un tiempo muy feliz y que llevaba algo de esa divinidad por la que rogaba “Gaby”. La victoria estaba bien construida. La credencial que había mostrado Talleres era muy válida en un terreno imprevisible. El gol de Klusener lo había situado en una posición privilegiada, como sus maneras de defender versionadas por Diego Aguiar (descolgando todo), Javier Villarreal (quitando siempre) y el propio Carabajal (cada jugada que iniciaba por izquierda prometía terminar en gol).

Pero luego, Klusener se fue expulsado (doble amarilla, enojado por lo injusticia de la primera) y la ventaja se convirtió en el 1-1 final. Así y todo, Talleres se fabricó dos chances de ascenso. La primera indica que puede hacerlo en forma anticipada. Debe ganar y rezar. Vencer a San Jorge el próximo domingo y que Maipú no derrote a Santamarina, ni que hoy o el domingo Sportivo gane.

¿La otra? Vencer a los tucumanos y, tras quedar libre (que también puede lograr el ascenso sin jugar), derrotar a Santamarina en Tandil. Así no depende de nadie para subir.

Se escuchó “dale que ya lo tenemos” (por el ascenso), cuando se abrió el vestuario, pero públicamente ninguno se salió de la mesura. Nadie asciende en la víspera. “Estamos tranquilos. Sabemos que todavía falta”, dijo Sialle y el resto repitió.

“¿Ganar y rezar? Yo rezo porque lo hago siempre. Tengo mucha fe en Dios. Nos ayudó bastante en esto y también personalmente”, dijo Carabajal, a la hora de explicar la imagen antes referenciada y que fue comentario en la platea de Maipú, como sus arranques.

La excursión ante Deportivo Maipú en Mendoza fue todo lo difícil que se esperaba. Para todo El Mundo Talleres. Para los de corto que, de repente, habían silenciado a ese “infierno” en el que se había transformado el Estadio Vergara y todo eso que hacía latir el intrincado pero legítimo reducto cuyano, y que luego vieron cómo se escapó ese triunfo con el tanto de Ricardo Bernay (el árbitro se lo dio a Daniel Giménez), después de haber resistido tanto y tan bien.

Los de largo, que pugnaron por llevar el partido al Malvinas Argentinas y debieron bancarse las respuestas de Omar Sperdutti y de todo Maipú. Al punto de tener custodia para el plantel y para ellos mismos, en la tribuna donde fueron alojados.

Fue la misma aventura que también debieron jugar aquellos habitantes comunes del mundo albiazul. Esos infiltrados que lograron ver al equipo comprando una entrada local, o que se acreditaron como periodistas.

Como sea, el empate acercó a Talleres un poco más al objetivo tan deseado. Y esa es una buena noticia en el mundo “T”.