Ganó. Gonzalo Klusener, de penal, le dio el triunfo al Matador a cinco minutos del final. El delantero convirtió todos los goles del equipo de Sialle en el torneo. Cada vez es más importante.

Cuando no encontrés los caminos, cuando preguntés adónde queda el gol y te manden al córner. Cuando el arco de enfrente sea una utopía, cuando Alumni se ría de tus debilidades, Klusener es tu hoja de ruta, la novia que te saca de los vicios, el maquillaje perfecto para disimular tu mala cara. Por tener a Klusener y llegar con el último aliento a una victoria lejana. Quedan cinco minutos para el final. Penal para Talleres. Cuando la hinchada castigaba con el “jugadores la concha de su madre, haber si ponen huevo”, Berardo, de Alumni, quiere hundir a Klusener, pero este tipo sabe de batallas adentro del área. Entonces abre los brazos, y es penal, y el Kempes tiene vida. Porque la gente reacciona del golpe. Vuelve del insulto, del sábado amargo, de la carga en la oficina. El tipo nacido en La Plata tiene inflación de huevo. Pide la pelota cuando todos se esconderían. El arquerito de Alumni teme lo peor. Se llama Basabe. Y Klusener lo mira como diciéndole: “Basabe lo que te va a pasar”. Carrera corta. Para acercar a este Talleres de escaso juego a una victoria por ahora lejana. Histérica.

Klusener a punto de impactar la bocha. Se acuerda de los consejos de la Wanora Romero en el hospital. Sólo ellos saben lo que hablaron. Klusener, el hombre que marcó los tres goles que tiene Talleres en el campeonato, le pega y llega la explosión.

No lo descuides. Intentó siempre. Jugó como único delantero. Se las ingenió para molestar al fondo de Alumni. En el primer tiempo tuvo un cabezazo que terminó en las manos del 1 local. Se tiró a los costados, aguantó de espaldas al arco aunque no tuvo socios para invertir en peligro. Y eso le jugó en contra.

En soledad hizo lo que pudo. Nunca se rindió. Tiró diagonales, buscó de arriba aunque la lucha lo cansó. Pero no lo venció. Sabia que una más iba a tener. Ahí fue con la convicción de los delanteros que no resignan aún en el peor temporal. Cuando Talleres estaba ya sin nafta en tiempos donde cuesta pagarle, Klusener tenía una reserva. Un poquitito. Lo suficiente para tomar carrera, respirar hondo y encaminar a un equipo desorientado. Lleva 53 goles en su carrera. Pero quiere más. Los desea con la azul y blanca.

Ganó Talleres. La pelota infló la red a cinco del final. Por el goleador que te salva del abismo.

Para que el “jugadores, la concha de su madre, haber si ponen huevo” se interrumpa. Aunque en el fondo todos sepan que sirve pero no alcanza. Pero cuando no sepas adónde queda el gol, Klusener te va a llevar. No te va dejar al costado del camino.