Perdió la T. Fue 2-1 en el Kempes ante Santamarina en un flojo partido. Dos errores defensivos le costaron carísimo y se aleja del ascenso directo en la Fase Final.

A oscuras. Inmóvil. Con miedo. Sin respuestas. En silencio. Talleres con la cabeza hacia el piso. Golpeado con moretones que son dudas. Que duelen porque se repiten. Desde hace tres temporadas. El hombre sí tropieza con la misma piedra. Pesan. Duelen. Tantear en la tiniebla y no encontrarse da impotencia. Como el 1-1 ante Santamarina que hizo saltar los tapones. No, no está todo perdido pero el tiempo es el fantasma que ahora le respira en la nuca. Amenazando con arruinarlo todo.

El equipo dirigido por Arnaldo Sialle tenía la gran chance de quedar en la punta si volvía al triunfo, después del insípido 1-1 ante Racing, el miércoles pasado. Y apostó a su energía para lastimar a un rival “minúsculo” en teoría. Pero fue el propio Talleres que hizo de resaltador para que Santamarina pudiera con poco. Y los cortocircuitos no tardaron en llegar.

Baja de tensión. Talleres salió eléctrico. A 2000 voltios con Carabajal enchufado por la derecha. El pibe es pura corriente (y talento) pero se pasó de revoluciones y fue mermando. Sería el primer síntoma del semi-apagón futbolístico de un equipo sin el brillo (desde la convicción de ir a buscar el partido) que mostró, por ejemplo, en el triunfo 5-2 ante Central Córdoba tiempo atrás. Sin él 8 en su máximo esplendor, las vías para llegar al arco de los tandilenses quedaron lejos. Encima, el arquero de la visita, Daniel Bertoya, fue el aislante de corriente con sus atajadas y un oficio construido en años.

Enchufe roto. Talleres lo buscó, no caben dudas. Pero le faltó la inteligencia de otros juegos para dominar la situación. Cuando el cotejo le pedía un enchufe macho apareció con un adaptador. Cuando quiso instalar un generador se quedó sin prolongadores: es decir, sin las pequeñas sociedades para llegar lejos y mejor al gol.

Así, fue perdiendo criterio aunque no vocación. Buscar fue un acto de inercia más que de decisión. Y lentamente comenzó a contagiarse del nerviosismo cayendo como descargas desde la tribuna. Sí, volvió a enredarse en el murmullo, y vio como el primer apagón lo iba a dejar lleno de dudas.

Saltó el tapón. Santamarina no avisó. Llegó y armó lío. A los 32 minutos del PT Martín Michel aprovechó los cables pelados de Rezzónico y Ledesma, que perdieron en las marcas, y en consecuencia, de Requena obligado a quedar pegado y clavó el 1-0. Allí los tapones saltaron por primera vez en un Mario Kempes plagado de ansiedad.

El golpe pegó duro. “Perdemos un partido increíble. En defensa nos hacen goles muy giles y nos cansamos de remar y buscar el partido y después lo pagamos caro”, dijo Juan Rezzónico, molesto, lleno de impotencia.

Igual, Talleres salió a buscar la llave de luz. Manoteó una linterna de pocas pilas pero aguantadora, de marca "Sacha" Sáez y se esperanzó con alumbrar el camino.

“Lo buscamos por todos lados, quizá no de la mejor manera y no pudimos. Cometimos errores y ahora se complica”, agregaría el rubio delantero de la T.

Corte total. Sin embargo, la ilusión duró nada. Otra vez el cortocircuito defensivo. La visita llegó al 2-1 con la noche encima y, a esa altura, la T no tenía velas para guiarse. Angustiado, intentó restablecer la luz. Estuvo ahí, pero no iba a poder pese al intento.

Con la noche encima, sólo un puestito de chori llamado Malvinas todavía tenía las brasas prendidas. El resto, a Talleres y su gente, ya les habían apagado la luz.