El equipo albiazul perdió 2 a 1 ante San Martín de Tucumán en la Ciudadela. Tras la gran victoria ante Douglas Haig en el arranque del undecagonal, esta derrota duele. La "T" no jugó bien, y deberá trabajar mucho si quiere aspirar a un ascenso.

Todo lo bueno demostrado en las últimas fechas de la fase regular del Torneo Argentino A, y el envión anímico que proporcionó la victoria ante Douglas Haig el fin de semana anterior, fueron reducidos prácticamente a nada en Tucumán. Era uno de esos partidos en los que había que jugarse todo, en los que había que salir a ganar como sea. Si salís ganador de la Ciudadela, inflás el pecho y pasás al frente. Pareciera que Talleres no lo entendió así. Mostró una faceta pobre y desordenada, y acabó volviéndose a Córdoba con las manos vacías.

De movida (aunque sólo en los primeros minutos), quien pareció comprender el trámite del juego era el equipo local. En esa parte del juego, interpretó a la perfección que el tesoro mas preciado de la noche tucumana era la pelota, y cada vez que logró hacerse con ella, hizo lo posible por no perderla. Por el contrario, el visitante era desordenado, desprolijo y poco seguro. Así, a los tumbos, la "T" también iba y generaba.

Mientras el partido se iba armando, mientras el ida y vuelta comenzaba a hacerse parte del juego, y mientras el sector derecho empezaba a ser clave en Talleres, la pelota fue hacia la izquierda, desde donde brilló una luz de esperanza. Sáez, que recibió cerca del vértice del área, de espaldas al arco, giró y correteó en paralelo a la linea de fondo, buscando el hueco para probar. En cuanto apareció, abrió el pié derecho y ubicó la pelota en ese recóndito lugar donde el arquero casi nunca llega. Palo izquierdo, de arriba hacia abajo, Clavándose bien en el ángulo inferior. La "T", sin haber hecho mucho, se encontró arriba en el marcador. Era negocio.

Pero como el desorden en Talleres no desapareció, y aunque el local comenzó a ingresar también en él, fueron los tucumanos los que comenzaron a aproximarse con más peligro. A medida que iban exigiendo a Requena, iban descubriendo que la clave estaba en buscar por arriba. Una defensa integrada por cuatro "grandotes", habituales cabeceadores, no garantiza seguridad aérea. En ese contexto, y con un arquero poco seguro en los centros, la pelota viajó hacia el área impulsada por Beraldi, y tras ser levemente desviada por Nuñez, se clavó abajo en el segundo palo. Así, el empate perecía reflejar un poco más lo que se daba en la cancha.

Los primeros tres minutos de la segunda parte, en donde Talleres contó con cuatro jugadas claras de gol, fueron sólo una ilusión. A partir de ahí, siguió siendo el mismo equipo desordenado y poco decidido. El rival, no mucho más regular, se fue encargando solito de generarse situaciones y de hacerle llegar la pelota a sus delanteros. Así, y con la certeza de que por arriba la cosa podía abrirse, llegó el cabezazo, tan solitario como letal, de Balvorín.

Con el partido 1-2, a Talleres todo se le hizo cuesta arriba. Carabajal dejó de ser incontenible, Francés nunca pudo marcar la diferencia, Díaz comenzó a desesperarse, la pelota dejó de llegarle a los delanteros, y los cambios no prosperaron. Es cierto, el empate llegó y fue invalidado (ver "Error grosero"). Pero está claro que Talleres no perdió por el accionar del árbitro. Talleres perdió por el accionar de Talleres.

Un equipo decidido a ascender, tiene que estar decidido a ganar en el Kempes, en Tucumán, en Misiones y en Andorra. La apatía y el conformismo, sean donde sean, llevan al equipo a la derrota. Probablemente, tras este tropezón, Sialle y los suyos aprendan la lección. Todavía quedan varias fechas por disputarse, y la "T" aún tiene un amplio margen de recuperación. Pero deberá trabajar duro, parejo y de manera urgente, para que el equipo, en los próximos encuentros, se parezca más al del cierre de la fase regular que al de esta dura derrota.

Error grosero. En uno de los pocos embates ofensivos de Talleres en la segunda parte, se dio la jugada más polémica de la noche. Riaño ingresó en área ajena, "a lo Riaño", llevándose puestos a los defensores y haciendo de la pelota su compañera inseparable. Tras pelear con varios hombres del rival, y con uno de ellos en el piso, el 9 tiró el centro atrás y Sáez la mandó al fondo de la red. El árbitro invalidó la jugada, cobrando "retención" del defensor local, y dando tiro libre indirecto dentro del área grande para Talleres. Habría que analizar el momento en el cual el juez hace sonar su silbato y cobra la infracción, e intentar dilucidar si es antes de que la pelota viaje hacia el centro del área o no. De igual modo, de ser así, el error de concepto y la falta de visión para otorgar la ley de la ventaja, terminaron influyendo directamente en el resultado. Sea como sea, para Talleres no hay excusas. Aunque pudo haberlo ganado, aunque el rival no demostró la fortaleza anunciada, lo perdió, y deberá trabajar para revertir la actuación en el próximo encuentro.

Síntesis


Talleres: Leandro Requena; Guillermo Cosaro, Nicolás Ballestero, Nicolás Trulls y Walter Ledesma; Gabriel Carabajal, Neri Leyes, Agustín Díaz y Claudio Francés; Sebastián Sáez y Claudio Riaño.

San Martín: Lucas Hoyos; Leonardo Hoyos, Emanuel Loeschbor, Hernán Mattiuzzo y Pablo Vergara; Lucas Oviedo, Hernán Pérez, Héctor López, Beraldi; Diego Núñez y Gustavo Balvorín.

Goles: PT 24` Sáez (T), 37` Nuñez (SM). ST 17` Balvorín (ST)
Amonestados: Francés, Ledesma, Requena y Leyes (T). Núñez, Ibáñez y López (SM).
Árbitro: Alejandro Arco (Mal. No sólo por aquella jugada decisiva. Fue muy permisivo y poco seguro en varios pasajes del partido).