Ganó Talleres. Como una letra de Spinetta, el triunfo de la T ante Alumni lo de sacó de la tristeza. Ahora cantan como el Flaco, “Rezo por vos”.

La indómita luz, se hizo carne en mí…

Estaba el Flaco Spinetta. Pero cantaba lejos de allí. Tanta magia era imposible de conseguir. Pero para algunos estaba ahí dando vueltas. La luna sepia bañaba de nostalgia la noche cordobesa. Los ecos spinetteanos que reverberaban en Punilla, con el rock de luto y las esperanzas aún de pie, no resonaban para nada a 55 kilómetros en un Kempes plagado de ilusión, escaso de lírica y con esa intacta genética de sufrimiento que ostentan los pieles azulblancas. Talleres no enamoraba ni daba ningún tinte de romanticismo desde su juego.

Lejos de ello, propuso un partido bañado de necesidades, aunque sin medios propios para cubrirlas. Por eso el primer tiempo fue un acorde deslucido y repetido. Una métrica de pocos saltos y una parquedad fantasmal en su música. La composición de su propuesta no tenía descansos.

La tensión se recostaba en las fallidas asociaciones de sus volantes. Álvarez inconexo, Cosaro y Azcurra no podían sorprender ni lo sabían hacer por las bandas. Leyes, falto de Ballestero, no supo acomodarse al sobresaliente y férreo juego de Agustín Díaz, devenido en doble volante central, pero con chispazos de creatividad. Era el que tomaba la viola para meter un solo que rompiera con tanta monotonía pero hasta allí llegaba. El primer tiempo fue el resumen de un reguetón arrítmico, ni se dio tiempo para encontrar en su juego una frase que se congracie con un ápice de vuelo.

Pero el fútbol a veces se encuentra con una canción para el alma. A los 3m del ST Álvarez cantó lo que el hincha esperaba. Y sabiendo de quizás una cacofonía estrepitosa en la primera parte, al menos creyó que con este codo podía borrar aquello mal escrito con su errada mano.

El 1-0 ennegreció de golpe. Como si una tormenta de langostas se comiera de repente todo lo que había sido una difícil siembra. Trulls fue ingenuo, cometió foul y vio la roja. Manicero fue Guitar Hero de golpe y ganó puntos bonus con un tiro libre de joystick.

La malaria pareció ganar de repente. Las luces eran más artificiales en el paso tenaz de los minutos en el Mario Kempes. La impaciencia y la incomodidad eran el patrón de la letra.

Los nervios y la urgencia los tonos musicales. Corrían cuesta arriba con los hinchas empujando como una parturienta pidiendo a gritos una cesárea. El crío asomó nomás a los 30m del ST por un gran recupero de Leyes (despertó bien) que metió un pase de bola 9 tronera al fondo. Riaño definió cruzado para un 2-1 que volvió a darle de comer a la fantasía acunada en la tibieza del pecho.

Esa que quiere desbordar con una clasificación que demora en llegar. Después de eso, del batallar constante. De eso de entregarse mansamente a la euforia abroquelada en un corazón proclive a infartos, el hincha cantó la melodía más dulce de una victoria que se asemejó a eso que los tangueros pregonan con sufrimient.

El rock spinetteano no estuvo en el campo, estaba allá en Punilla, pero parece que el Flaco estaba ahí, reescribiéndoles a los hinchas una letra que los sacara de la tristeza y los depositara en la esperanza. “Y curé mis heridas y me encendí de amor”, sintieron en la Willington atestada de alegres llantos. Es el Rezo por vos Talleres, entonces rezo...

Y ahora, Racing. El clásico se jugará el miércoles en el Kempes y será local la Academia, quien es un rival directo de la T para entrar a la Fase Final.