El miércoles jugarán Talleres y Vélez en el Kempes, donde "el Daniel" tiene su tribuna. Estará en juego una copa a su nombre.

Acá fue, es y será “el Loco”. O “el Daniel de los estadios”, como lo bautizó el periodista Nilo Neder por la adhesión que su fútbol despertaba en la cancha que pisara. Aquel que trascendió al mundo Talleres y al del fútbol, en realidad.

Fue aquel del gol de tiro libre de 40 metros a Belgrano (un puntazo que le dio a la redonda, enojado porque era suplente y entraba sólo al final), que le dio el título local de 1974 al cuadro albiazul; el del porte distinguido y el de las pelotas imposibles con el que se podía jugar de memoria.

Daniel Alberto Willington, de la bohemia interminable y el que pasó a formar parte de nuestro ideario popular. Adoptado como mediterráneo, pese a haber nacido en Guadalupe, Santa Fe. El tipo que condujo como DT a Talleres al ascenso de 1994 y el que casi le falla el “bobo” años después cuando las cosas no andaban. Emblema del paladar exigente albiazul, jugador y conductor bohemio, ídolo. De grandes y de chicos, de esos que no lo vieron jugar, pero supieron de sus aventuras futboleras. Acá es el personaje.

“Ashaaaá”, en Buenos Aires, fue, es y será “el cordobés”. Símbolos de oro de Vélez Sarsfield junto con José Amalfitani, Victorio Spinetto, Carlos Bianchi y José Luis Chilavert. Por caso. Y todo por haber sido uno de los íconos de aquel título de 1968.

Si Bianchi fue el goleador, Willington era el crack. O “el exorcista”. El título de una crónica inolvidable que escribió “el Negro” Fontanarrosa cuando ése Vélez fue rival de su Central querido. Y que decía así: “... y la pelota, la trastornada, la rabiosa, la enloquecida, se posó sobre la punta de ese pie derecho para quedar allí, mansa, sosegada...

Así, pegada a la punta de su botín, ya tranquila, ya exorcizada, Willington la bajó casi hasta el piso pero, antes de dejarla tocar el suelo, le dio un golpecito tenue con la capellada, luego otro, y la puso en el pecho de un compañero que estaba a unos 10 metros de distancia, por sobre las cabezas de los jugadores de Central...”.

En honor al gran “Daniel”. Talleres y Vélez, las dos referencias más caras de su vida futbolera, se disputarán la Copa Willington, el próximo miércoles a las 21. En el Mario Alberto Kempes, que él pisó en su inauguración en 1978 y que ahora al levantar la vista hacia el sector norte se topa con su tribuna, la que lleva su nombre.

“Será hermoso. Me propusieron que se jugara la Copa y la verdad soy un agradecido. También está mi tribuna. La gente de Talleres la va a llenar”, contó “el Daniel” y agregó: “Ambos clubes me dieron todo. Ahora me llamaron los dirigentes de Vélez para que vaya a su hotel. Me aprecian, quizá sea porque jugué o por la persona que soy. Llegué a Vélez en 1961 y era igual o peor que ahora.

Dicharachero, viste. Que me gustaba el baile. No me daban dos meses y estuve casi 10 años. Después volví. Me respetan. Pero me fui hace 40 años y todavía me reconocen. Fui una ramita de Amalfitani”.

–¿Y Talleres?
–A Talleres le di todo. Toda mi familia jugó ahí. Yo, mi viejo, mis hermanos, mi hijo, mi compadre Humberto Taborda. A lo mejor la gente siente algo por mí. Qué sé yo... Vine a los 4 años al club. Una vida. Y quiero decir que hay que ayudarlo al club. Dije que había que ayudarlo, que si no se hacía eso desaparecería. Hay que apoyar. Está complicado el tema, pero tengo fe en que vamos a salir adelante. Es muy grande.