Los hinchas albiazules brindaron su apoyo al equipo pensando en los cruces contra Libertad, en la lucha por una promoción. Cantaron 10 minutos después del partido.

Las canciones de las hinchadas suelen tener un poder de síntesis que sorprendería al literato más mentado. Hay estribillos que reemplazan mil palabras y pintan auténticos frescos de circunstancias.

Algo de eso sucedió ayer en la Boutique, cuando las 9 mil personas que se llegaron a ver el partido de Talleres frente a Desamparados despidieron al equipo que dirige Gustavo Coleoni con un conmovedor canto que duró 10 minutos, una vez terminado el partido, en una muestra de apoyo que no se condecía con el resultado del juego y el contexto en el que el Albiazul llegó al cotejo, marginado del ascenso directo y tras una caída vergonzosa ante Unión de Mar del Plata.

“Ya no me importa si perdés, ya no me importa sin ganás, yo vengo por la camiseta, esos colores que llevás, son parte de mi enfermedad”, retumbó el cántico desde los cuatro costados. Su gente, ese capital que Talleres conserva pese a los tormentos futbolísticos a los que los sometió en el nonagonal, emitió un mensaje claro: prefirió olvidarse de los jugadores vilipendiados, de los resultados y del DT cuestionado, para mirar el otro lado de la cuestión.

Esos hinchas que explotaron de alegría con el gol de Riaño y que enmudecieron cuando Desamparados empató en la única jugada de gol que inventó, parecen entender mucho más que algunos futbolistas del plantel lo que en lo deportivo se juega la “T”.

Son lo que comprenden que no es con insultos, rayones de autos y pintadas que le darán una mano a un equipo frustrado, por su propia responsabilidad, al no haber conseguido su objetivo de máxima.

Coleoni pareció entenderlo así. “Hoy la gente alentó todo el tiempo y no puteó. Se lo agradezco. Eso tiene un gran valor y nos compromete a devolverles ese apoyo. El miércoles seguramente nos ayudará a comenzar a salir de esto”, dijo “el Sapo”, quien, no obstante, debió padecer otra vez los insultos de unos pocos hinchas que lo esperaban en el playón, cuando subió al ómnibus que lo alejaría, junto a sus dirigidos, del estadio.

“Ahora venimos de atrás y pocos creen en nosotros, pero dejaremos los huevos en la cancha y vamos a salir adelante”, señaló el entrenador, con una confianza sorprendente. El miércoles, cuando su equipo comience a jugar por “los porotos” que a él le gustan, se verá si su discurso se corresponde con los hechos.