El DT no quería jugar en el Chateau y de hecho, Racing estuvo “ausente”. Talleres, que se siente cómodo allí, lo liquidó y se quedó corto.

Muchos hablan por hablar. No es el caso de Marcelo Bonetto, que defendió a ultranza la localía de Racing en Nueva Italia para jugar este clásico. Y habló lo justo y necesario, dejando en claro que su equipo no se sentía cómodo en el Estadio Córdoba, lugar que a Talleres le cae como anillo al dedo.

Del dicho al hecho hay mucho trecho. Bueno, en este caso el trecho que hubo fue tan corto que se logró ejecutar aquel pensamiento de Bonetto: Racing no “fue” al Chateau, se quedó en Nueva Italia y Talleres, como pancho por su casa se paseó de “pe” a “pa”, lo goleó y hasta pudo infligirle una más dura cachetada.

¿Podría haberse modificado la cosa si Racing jugaba en su cancha? Difícilmente si la Academia mostraba el mismo nivel de ayer. Jugando así Talleres le habría ganado, y por goleada, en cualquier escenario habido y por haber.

Se supone que una goleada puede eximir al escriba de mayores comentarios. Pero todo tiene un porqué: las diferencias entre uno y otros fueron muy elocuentes. Lo que a Racing le costó sacrificios generar, a Talleres le bastó con dos o tres toques jugar, generar, llegar y marcar.

Pero, además, Racing tuvo otros dos problemas de solución nula: Claudio Riaño y Lisandro Sacripanti. Imparables, ingobernables, insoportables para el fondo académico, tanto que seguramente en los sueños de los hermanos Fernández, Riaño debe seguir corriendo y haciendo slaloms por acá y por allá.

¿Otra diferencia y más palpable aún? La calidad. No es que Racing no tenga jugadores de envergadura. Los nombres indican que sí hay en ese plantel pero ayer no pareció. Talleres gastó los tres cambios permitidos en el primer segmento del partido y los que salieron fueron Walter Ribonetto, Ramiro Pereyra y Víctor Cejas, es decir tres inamovibles titulares y de mejor rendimiento. A los 21 minutos del complemento, Racing terminó de hacer las tres variantes: adentro Mauro Velárdez, Gabriel Bordi y Rubén Molina, o sea tres futbolistas que piensan en el arco de en frente y ya 2-0 abajo. ¿Cuál fue el resultado con las modificaciones? Racing, que había tenido unos 20 minutos de inicio interesantes, involucionó al punto de naufragar y ahogarse en su propia impotencia. Talleres, en cambio, ganó en calidad y cantidad, si hasta pareció que jugaba con algún jugador de más.

Talleres, con este nivel, con este paso, con esta ratificación, es cosa seria.

Bonetto no quería ir al Chateau. Y razón tuvo, porque su equipo no “fue”. Racing, con este nivel, con este paso, con esta involución, invita a preocuparse.