Talleres le pasó el trapo a los rafaelinos. Demostró que está para pelear en otra categoría, pero aún debe corregir cosas. Los goles fueron anotados por Lisandro Sacripanti (2), uno de Adrián Aranda y otro de Damián Solferino.

Era un tac. Rápido. Casi sin detenerse demasiado. Talleres esperó en la cola de un banco para que le sellaran un papel. Fue un trámite al que le hacía falta el sello para que le certifiquen que sigue firme. La clasificación ya no es un juego de la ilusión y es una realidad irrefutable. Goleó 4-0 a la BH rafaelina con dos de Lisandro Sacripanti, más uno de Adrián Aranda y otro de Damián Solferino. Fue fiesta en el Chateau para un pueblo que festejó y ahora sabe que arranca una aventura hacia el ascenso.

Desde el inicio Talleres se apoderó de la pelota, los tiempos y las responsabilidades. Sebastián Navarro como único cinco, se encargó de manejar la bocha eligiendo los destinos mas coherentes para lastimar con ella. En campo adversario, asomó un equipo limitado aunque valiente que evidenció las miserias futbolísticas. A los 2 minutos la T tocó el timbre del primero. Ramiro Pereyra habilitó a Aranda que le pegó mordida y la pelota se fue cerca del palo derecho defendido por Agustín Bossio. Ahí nomás, Talleres confirmó lo que se suponía: Ben Hur no era oposición. Al fondo, la visita perdió por la derecha una pelota suelta y el Bati Aranda, lúcido y solidario envió un centro preciso para que Lisandro Sacripanti estampara el 1-0. Cachetazo tempranero para robarse un partido extraño y sin sobresaltos.

Con la ventaja, Buffarini se animó a explotar su franja y Pereyra lastimó. A los 25, la T ideó una gran jugada colectiva: Navarro para Galarraga, centro del 11 y Aranda por poco mete el segundo. Todo era del Matador que no sufría. Pereyra metió puñalada y, solo, Buffa no alcanzó a definir. Hasta que a los 44, llegó el 2-0. Por derecha, quebró cintura Pereyra y tocó atrás para el remate seco de Aranda. La historia empezaba a cerrarse.

Todo igual. En el complemento, el desarrollo del juego prácticamente no cambió. En Ben Hur sobraba la vergüenza por ir, aunque sin llegar; y Talleres sabía que tenía todo cocinado. A los 14, Buffarini se filtró por una de las tantas grietas de la defensa y definió con tres dedos, apenas afuera. Algunas sobras asomaron cuando Cosaro, infantilmente, cometió penal. El reloj marca 22 y de la nada, la visita tuvo su chance. Y una vez más, Matías Giordano demostró su gran nivel atajando el remate a Acosta.

El penal detenido levantó definitivamente al pueblo Albiazul que entendió que a pesar de que lo decisivo vendrá después, había que delirarse.

A los 34, Agustín Díaz metió un exquisito pase para Damián Solferino (sí, otra vez él y su irreprochable capacidad goleadora) para seguir rompiendo redes y decretar un 3-0 letal. Pero aún faltaba más. Ben Hur se arrastraba por el piso pidiendo piedad pero Talleres quería devolverle al público tanto amor demostrado. Sacripanti ganó en mitad de cancha, tocó para Aranda que abrió para Buffa, que la metió a los jardines del área y Sacri clavó el 4-0.

La T se fue feliz. Esperó paciente y le sellaron la clasificación. Se hace camino al andar y aunque todavía falte, un pueblo sueña con volver.