En Talleres no hay soluciones mágicas, no se verá un peso de Petrone y tampoco se rematará al predio. ¿Entonces?

A la crisis económica, que padecen los clubes del fútbol argentino, deben agregarse las que naturalmente se agravan cuando comienzan a despeñarse en sus categorías, agudizando la situación. El exitismo, los triunfos, las fanfarrias de victorias y los carnavales de glorias, son parte sustancial para generar los ingresos, con que se planifican el futuro. Apenas de un campeonato a otro.

Salvo algunas francas excepciones, que se financiaron aún sin los éxitos deportivos (caso de Lanús y Banfield), el resto visitó el infierno en más de una oportunidad.

Por caso, la crisis que puso en el precipicio de la desaparición al Racing Club de Avellaneda, una de las instituciones señeras de la Argentina, debió abortarse con una larga lucha en los Tribunales bonaerenses y finalmente una ley de entidades deportivas que sacase a flote, la cada vez mayor cantidad de clubes en la pendiente. Ni Talleres, ni Belgrano escaparon a ello.

Ambas causas se estacionaron, por años en los anaqueles judiciales. La de Belgrano fue manejada con mayor prolijidad y el club está a punto de abandonar la Justicia, para volver solamente al deporte, de donde nunca debió salir.

Talleres fue complicándose al mismo ritmo que el magistrado a cargo -Carlos Tale- se complicaba personalmente, hasta poner en juego su propia carrera judicial. El deshacerse del gerenciamiento implicó para el nuevo juez responsable del destino judicial del club de barrio Jardín, una tarea de apreciable riesgo.

El primer motivo es la falta de recursos genuinos que generan las expectativas de las buenas campañas. Se quedó el año pasado sin las finales de un campeonato extenuante y poco atractivo. Con las recaudaciones no alcanza, ni a Talleres, ni a ninguno de los que aspiran a mejorar la categoría.

Cuando el agua comienza a llegarle al cuello a la administración que encabeza el juez Saúl Silvestre, empiezan a echarse a rodar versiones rayanas al disparate.

Entonces aparece recurrentemente el anuncio de la proximidad de un pago casi milagroso del empresario de la construcción Jorge Petrone, quien según los fideicomisarios deberá abonar 14 millones de pesos, en unos pocos días.

Casi siempre se disipa el espejismo, cuando el propio Petrone o sus abogados, aclaran nuevamente que el milagro no es tal y por lo tanto no debe esperarse. Es decir que nadie debería contar con un solo peso de Petrone, hasta tanto la Corte, primero, y la Justicia cordobesa más tarde, no den la última palabra.

A Petrone le reclaman una cesión de derechos televisivos declarada por el ex juez Carlos Tale como ilegal, con motivo de un préstamo que efectuó a Talleres, en una deuda en 14 millones de pesos.

Petrone por su parte, sostiene que la quiebra de Talleres le adeuda más de un millón. Está claro que se trata de un cuento chino, el pago de los 14 millones que no llega nunca, ni llegará tampoco. Para manejar y anunciar recursos de una institución en quiebra, se requiere cuando menos seriedad.

El predio tampoco será una fuente de ingresos. El juez Silvestre sabe mejor que nadie, que nunca rematará el patrimonio de Talleres, de modo que las soluciones, pasan definitivamente por la capacidad privada para generar divisas que permitan hacer frente a la deuda de Talleres y normalizar la situación que se descompone en los estrados judiciales, sin remedio y lejos de los anuncios milagreros.