El bajón de Talleres nació al final de la etapa Grondona, cuando el DT ya estaba con la cabeza en la selección y el equipo se caía en los segundos tiempos. Así y todo, llegó a la suma de 32 puntos. Pero con Sánchez se profundizó, aunque no fue exclusiva responsabilidad del DT. Al César, lo que es del César.

El entrenador. Sánchez quiso corregir el desequilibrio defensivo. Pero hizo una movida que dejó sin juego a la "T", al cambiar el hábitat de la columna vertebral. Llevó a Lussenhoff al medio y después lo devolvió a la zaga. A Zermattén le cambió los laderos: Cabrera (por derecha) y Wilchez (arrancando por izquierda) por la dupla Buffarini-Quiroga. Así, "Zerma" no pesó más y la dupla Cobelli-Salmerón quedó desabastecida. Y si el mensaje no llegó como Sánchez quería se debió también a que Grondona hacía partícipe de la táctica a los jugadores.

Individualidades. Zermattén y Wilchez tampoco tuvieron ese rapto de lucidez de la primera rueda. Cabrera tampoco gravitó. Y el equipo perdió en las dos áreas. Abajo hubo más inseguridad, más distracciones y expulsiones (tres defensores). De los cinco goles que recibió en estos dos partidos, tres fueron "regalados": los dos de Aldosivi (apertura de barrera en el 1-0, y cabezazo de un petiso en el 0-2) y uno de Unión (error de Brasca en el 0-2). Y la dupla Salmerón-Cobelli erró bastante.

Ahumada. Eligió a Caruso Lombardi y la alternativa fue Sánchez. Ninguno tenía el perfil de Grondona. Subestimó la elección.

Divide y restarás. El mensaje que no llega, una fuerte discusión entre los referentes en el vestuario (delante del DT) y una SA crítica. Hay que salir de ahí.