La explicación a la derrota de Talleres, ayer por la tarde en Santa Fe, podría sintetizarse en que la "T" cometió innumerables errores y que parece haberse olvidado de lo bueno que hizo en la primera rueda.

Sólo se rescata la segunda mitad del primer tiempo, cuando –ya en desventaja– dominó, generó seis situaciones de gol y mereció empatar. Pero antes y después de ese rato en el que Talleres jugó a algo, Unión justificó su triunfo en sus méritos –César Pereyra, incontenible, y Claudio Guerra, muy inteligente– y en el bajo nivel del conjunto cordobés.

Muchas grietas. En el inicio, los jugadores locales llegaban siempre un segundo antes, ganaban las divididas y aprovechaban los problemas de la "T" para marcar y retroceder. La primera pelota que tocó Ojeda, arquero de Unión, fue a los 12 minutos. Sí, después del 1-0. Pereyra volvió locos a Battauz y Stang cada vez que quiso. La inclusión de Esquivel como lateral izquierdo no fue solución a los problemas que había mostrado el equipo en Mar del Plata, ante Aldosivi, aunque todo nace en que los rivales aprovechan la ausencia de un volante en ese sector. No se entiende por qué Matías Quiroga no juega ahí. Por la derecha, Martín Cabrera aportó muy poco en la marca y no plasmó lo que se espera de él en ataque. Ayer estuvo enchufado Wilchez, pero no fue aprovechado.

Pocas ideas. Talleres no atacó por los costados y centralizó el juego en búsqueda de Cobelli y Salmerón, lo que les facilitó las tareas a los grandotes de Unión. El Tatengue defendió tres contra dos y lo hizo bien. Talleres, cuatro contra dos, y perdió mucho. Las expulsiones de Stang (dos "amarillas" por pegarle a Pereyra) y Battauz (tras un grosero error de Esquivel) parecieron sentenciar el partido mucho antes de que Zapata metiera el segundo desde mitad de cancha y que Márquez culminara una gran jugada colectiva.