Los grandotes, la garra y las pelotas paradas le permitieron al equipo de Grondona llevarse un punto de Florencio Varela.

Otra vez, el laboratorio rescató a Talleres. Otra vez, la pelota quieta y el temible poder físico que impone la “T” en cada córner o tiro libre a su favor transformaron una derrota casi cantada en un empate 2-2 que preserva un invicto y lo estira a ocho partidos (cuatro triunfos y cuatro empates), pero que debe dejar algunas enseñanzas para cuando se aquieten las sensaciones del corazón y llegue la hora del análisis en frío.

No merecían ir perdiendo los cordobeses cuando a los 12 minutos del segundo tiempo, Mariano Sabadía acertó un derechazo desde afuera del área y puso a ganar a Defensa y Justicia.

Hasta allí, Talleres había tenido menos la pelota. Pero suyas habían sido las situaciones más claras. Tan claras que, por entonces, Guillermo Hernando, el arquero del Halcón, había acertado tres manotazos y evitado otros tantos goles.

Cuatro minutos después de aquel zapatazo de Sabadía, y ya con Sebastián Cobelli por Cristian Basualdo en la cancha, para potenciar el ataque, Cristian Zermatten ejecutó un córner desde la izquierda, Gastón Stang hizo valer en lo alto toda su corpulencia y, de cabeza, anotó el 1-1 que reconocía aquellos méritos que había amasado Talleres.

Sobre todo en los 25 minutos finales de la primera etapa, cuando la zurda pícara de Lucas Wilchez se tornó incontenible a espaldas de Miguel Monay, y Luis Salmerón, aguantándolos con la espalda a Silvio Duarte y Norberto Orrego, los dos marcadores centrales del conjunto local, pivoteaba y acomodaba pelotas para las llegadas libres de marca de Celso Esquivel, Zermatten y Matías Quiroga.

A Talleres sólo le faltó el gol para coronar en la red ese mejor andar. El problema fue cuando con el 1-1, quiso repetir aquello que lo había diferenciado. Defensa y Justicia no se lo permitió. Wilchez fue mejor rodeado en el arranque hasta que perdió peso en el armado. Y con el media punta y/o enganche en baja, la pelota ya no le llegó al “Pupi” Salmerón para que el ex delantero de Ferro siguiera habilitando a los volantes que llegaban vacíos al área local.

Otra de suspenso. Un zurdazo cruzado del cordobés David Vega, a los 29 minutos del complemento, volvió a adelantar a Defensa y Justicia en el tanteador. Y allí fue cuando el técnico albiazul, Humberto Grondona, se jugó el pellejo. Julio Buffarini entró por Quiroga. Después, el entrenador del elenco de barrio Jardín redobló la apuesta: Brian Robert por Edgardo Galíndez. O sea, un media punta por un stopper.

Con esos cambios, Talleres no jugó mejor, sólo lo hizo más apurado. Cuando la derrota exageraba el castigo al bajón cordobés del segundo tiempo, Wilchez mandó otro córner desde el sector derecho y el capitán Federico Lussenhoff, con todo su oficio a cuestas, primero cabeceó y luego recogió el rebote en Hernando para poner el 2-2 definitivo.

Se jugaba el primero de los tres minutos de descuento que había señalado el árbitro Pablo Díaz y en Florencio Varela, por entonces, ya no quedaba aliento para nada.

Deberá pensar Talleres por qué tiene que esforzarse tanto para no perder. El fin de semana pasado, ante Tiro Federal de Rosario, y en su propio reducto, gestó una levantada colosal para mutar un 0-2 en un 3-2 que se le hizo 3-3 en la última pelota.

Ayer, sin jugar del todo mal y siendo varias veces más que Defensa y Justicia, la “T” necesitó exigirse a fondo para sacar apenas un punto del estadio Norberto Tomaghello. Otra vez, lo salvaron los grandotes y las pelotas paradas, a esta altura una especialidad de la casa. Pero algo debe estar haciendo mal Talleres para sufrir tanto y cosechar tan poco.

Guillermo Báez: La otra mitad del vaso. "Me preocupa que tenemos 13 goles en contra en nueve partidos. Es mucho”.

Cristian Basualdo: Cosas para mejorar. “Otra vez empezamos con un resultado negativo. Eso hay que cambiarlo”.