Parecía una fija que la noche le iba a dejar un sabor amargo a Talleres, porque un empate en casa –después de haber sacado dos de diferencia– no era un negocio muy redondo que digamos. Hasta que, empujón mediante, la cabeza platinada de Gastón Stang apareció detrás de todos para que ya nada ni nadie pudiera sacarle al albiazul el triunfo 3-2 ante Almagro.

Para ganarlo, Talleres apostó a juntar a varios que saben con la pelota, con Wilchez y Zermattén como abanderados. Pero, en ese afán, al local se lo vio, por momentos, descompensado, pese al esfuerzo de Basualdo por multiplicarse a la hora de la recuperación.

Lejos de lo que se esperaba, Almagro planteó un partido abierto, con cierta predisposición a la pierna fuerte, pero sin especulaciones. Eso le dio a la "T" algunos espacios que supo aprovechar.

Se puso en ventaja con una pelota detenida: centro medido de Zermattén y cabezazo de Stang en el área chica. En los minutos que siguieron, el local dominó a voluntad y el segundo llegó por decantación: desborde de Wilchez por derecha y pase para que defina Salmerón.

Parecía que se venía la goleada, pero el descuento de Almagro (remate de Hernán Pérez que se coló por debajo del cuerpo de Brasca) planteó otro escenario.

Pero los minutos fatídicos para Talleres sobrevendrían al comienzo del complemento, cuando una simulación de Cobelli (estaba amonestado) lo dejó con uno menos. Y, dos minutos después, a los 8, Cayetá coronó con un golazo la mejor jugada colectiva de Almagro: 2 a 2.

Hasta los 25 del segundo tiempo, la sensación imperante era que el visitante estaba cerca de quedarse con el premio mayor, pero el árbitro Giannini expulsó sin razón aparente a Dos Santos y Talleres fue al frente con más convicción, pese a que quedó más de una vez expuesto a la contra del Tricolor.

Hasta que en el minuto 50, el último de adición, el centro de Wilchez volvió a encontrar la cabeza de Stang. Tembló la Boutique cuando la pelota se congració con la red. El delirio fue total, a tono con un triunfo que tendrá, desde lo anímico, un impulso más importante que el propiamente futbolístico.