Talleres lo ganó con “la chapa”, porque demostró que está un escalón arriba de Racing en varios aspectos, pero sobre todo porque apeló a una vieja y eficaz receta: poner la pelota contra el piso, asegurar su destino en cada entrega y no perdonar en el área rival.

Le costó unos minutos acomodarse al partido, porque el dibujo de Ángel David Comizzo dejó una zona liberada (la franja izquierda del medio campo) que ni Galíndez ni Rimoldi supieron conquistar. “Es por acá”, le dijo el pibe Luis Rivero al técnico Marcelo Bonetto luego de un par de desacoples entre Galíndez y Torsiglieri. Pero Racing prefería avanzar desde la izquierda hacia el medio, con Gaboardi creando y a la vez bloqueando las escaladas de Buffarini y con Becica complicando a Lussenhoff con su gambeta. Esa apuesta de la Academia le evitó un problema mayor a la “T”.

Rimoldi, la referencia. Dos semanas atrás, en la cancha de Ferro, la inclusión de Lussenhoff como “doble cinco” había dejado muchos interrogantes. Ayer, al “Colorado” lo incomodaron varias veces en el mano a mano, es cierto, pero esta vez no lo obligaron a hacerse tareas extras y entonces su adelantamiento fue más funcional. Sus compañeros, sobre todo los del fondo, entendieron que era Rimoldi, y no él, quien debía conducir al equipo de mitad de cancha hacia adelante, buscando la sociedad con Rosales, quien se sumó al ataque con frecuencia pero siempre partiendo de la posición de enganche. Entre el “5” y el “10” armaron la jugada del gol de Borghello, y fueron clave para el 2-0, uno como preciso lanzador y el otro como oportuno cabeceador.

La edad de la inocencia. El dato no pasó inadvertido: Talleres hizo la diferencia con dos pelotas quietas, esas que tantos problemas le causaron en su propia área durante todo el campeonato. ¿Era eso lo que tanto había escondido Comizzo en la semana previa? Más bien, la clave pareció estar en la concentración y en la determinación de los hombres albiazules para aprovechar esos tiros libres, y también en cierta inocencia de la defensa racinguista. Si el gol de Borghello “tildó” a la Academia, ni hablar del tanto de Rosales. Para colmo, el DT local se había jugado con otro delantero (Bergese) por un volante (Becica), en una variante (¿apresurada?) que les facilitó la tarea a Lussenhoff y Rimoldi, que juntos fueron demasiado para el tranco de Ávalos.

“A la carga Barracas”. En la segunda etapa, Racing fue al frente sin orden pero con mucha entrega. Talleres lo esperó y trató de liquidarlo de contragolpe, pero no fue preciso y por eso sufrió más de lo pensado. El ingreso de Rodríguez le dio otra dinámica al juego académico y el gol de Soriano, el empuje para buscar el milagro que finalmente no se consumó.