Sorprendió Comizzo poniendo a su mejor defensor, Lussenhoff, como "doble 5". No porque "el Colorado" no haya jugado allí antes (al contrario, lo había hecho y muy bien), sino porque delegó en el indultado Álvarez la responsabilidad de jugar de último hombre, con Algecira y Galíndez a su lado. Con Maidana separado por razones "deportivas", "dirigenciales" o vaya a saber qué cosa, y con Oyola lesionado, se sabe que no son muchas las alternativas que tiene el DT para reacomodar la última línea.

Sufrió en el fondo. Así y todo, está claro que el trío de ayer está muy lejos de conformar la defensa ideal de la "T"; y el equipo lo padeció. La sorpresiva variante también tuvo sus consecuencias al medio. La presencia del capitán pasó a ser la principal referencia de juego para sus compañeros, en desmedro de Rimoldi. Y Lussenhoff, se sabe, no está para más que morder y disparar con la lanza. Cuando se mostró, Rosales tuvo espacios y fue importante para asistir a los delanteros e inquietar al fondo de Ferro; cuando se "escondió", perdió protagonismo y terminó cometiendo un grosero error en su propia área.

¿Y los chicos? Buffarini aportó dinámica, pero también turbulencia; Quiroga "faltó" sin aviso . La entrega de Cuevas y los nervios de Moreira completaron una puesta en escena que Comizzo decidió modificar en el segundo tiempo. Con Azcurra, Borghello y Reyes, la apuesta fue sumar gente adelante. No hubo ingenio para predominar, y tampoco respuestas a la hora de achicar espacios y evitar las réplicas locales.

Sin identidad. Más allá del "mentiroso" 4-1, la T fue otra vez un equipo sin identidad. Para colmo, volvió a reiterarse en sus dos pecados capitales: la endeblez de su defensa en las pelotas paradas y la ineficacia de sus jugadores cuando pisan el área rival.