Perdió 1-3 con Unión y cayó a zona de reválida. Su actuación preocupa de cara al futuro.

Se equivocó Viveros al hacerse expulsar innecesariamente en su primera intervención, pero también le pifió Comizzo. Porque obligado a enfrentar a Unión en desventaja numérica desde el primer minuto, el DT de Talleres decidió aferrarse con uñas y dientes al empate. Al final, Unión ganó 3 a 1 y Talleres quedó en zona de reválida.

En un gesto de resignación prematura, sacó a Cuevas y metió a Azcurra para sostener los cuatro del medio campo y cubrirle las espaldas a Rosales. ¿Y adelante? Que sea lo que Dios quiera, con Borghello en soledad.

Si la “T” aguantó el 0-0 hasta el entretiempo fue por la terrible ansiedad de Unión y por las notables intervenciones de su arquero. Pero estaba cantado que la apuesta de Comizzo se caería como un castillo de naipes apenas el Tatengue lograra vulnerar, aunque fuera a los ponchazos, la vergüenza deportiva de Lussenhoff y los reflejos de Brasca.

Y así fue nomás. En apenas ocho minutos, Unión se puso en ventaja con dos jugadas casi calcadas. Tiro libre de “J.J.” Serrizuela, rebote de Brasca y atropellada de Pereyra. Como en el 1-2 ante Rafaela, el equipo albiazul volvía a claudicar en la pelota parada. Con el partido liquidado y sin demasiada oposición, Unión se dedicó a florearse ante su público. Toques y “oles”: uno, dos, tres... Hasta que Leandro Zárate, un ex Talleres, metió el 3-0 completando una treintena de pases sin la más mínima oposición.

Después, el Tatengue levantó los pies del acelerador y permitió que Talleres, que había pateado una vez al arco en el primer tiempo, se arrimara un poco más y alcanzara el descuento. Ni siquiera fue un consuelo. Unión no jugó bien pero insistió, ganó y se metió en la promoción. Talleres jugó decididamente mal, apostó muy pronto al empate y, como casi siempre sucede en estos casos, terminó con las manos vacías. Y sumergido en la reválida.