Ranalli, director de inferiores. Mano a mano con el mentor de una nueva estructura en la T.

Mientras el sol es una yema naranja suspendida en el cielo, allá bien detrás del gimnasio Javier Pastore, Carlos Ranalli, del portón hacia afuera, hierve, está enojado. Con el teléfono en el oído habla y habla. La madrugada ya comienza a transformarse en la mañana de un nuevo día.

Mientras, en el predio Amadeo Nuccetelli no hay ni un mortal caminando sobre las 24 hectáreas. Por esas razones de logística, algo pasó. Y el campo de entrenamiento está cerrado. Y el coordinador de divisiones inferiores de Talleres no entiende porqué. El club tiene un circuito de horarios que se debe respetar, hasta en los más mínimos detalles. Desde el primer minuto del día al último.

Así es la filosofía Ranalli: el primero en llegar, el último en irse. Y hasta es capaz de cerrarlo él mismo al predio o de darle una última mano al centinela que quedará custodiándolo.

Ranalli es la obsesión misma, no sólo por el trabajo, sino también por el respeto a las leyes preestablecidas. “En estos manualcitos está todo. Si algo falla sabemos bien por qué y qué fue lo que pasó. Cada uno de los que trabajan en la estructura lo saben”, le dice el DT a Día a Día.

Los “manualcitos” son tres carpetas anilladas con el procedimiento en los tres grandes grupos sobre los que se estructuran las divisiones inferiores: escuela de fútbol, fútbol infantil y juvenil.

“Cada profe tiene uno consigo. Y sabe qué es lo que tiene que hacer día por día con los horarios establecidos”, agrega Ranalli.

Talleres está basando su sistema de juego, desde abajo, con el dibujo 4-3-3. Y está especificado. Buscan y pulen los puestos y sus evoluciones, división a división.

“Es la base con la que estamos trabajando. Todos los días se hace una tarea específica de la menor categoría a la mayor”, completa.

–¿Entre lo exigido y lo realizado qué margen hubo?
–Como primer objetivo, la dirigencia ha cumplido en todo y se han puesto objetivos muy altos, muy costosos para la realidad en la que estamos compitiendo con el primer equipo. Pusimos muy alta la vara y Talleres cumplió. El club ha hecho una reestructuración muy grande con lo que es pensión, el mantenimiento y mejoras de los campos de juego, la inversión de un campo sintético profesional que estamos por disfrutar y aprovechar. Este lugar que es una sala de análisis y rendimiento con computadoras, TV, proyector, dvd y todo habla de un crecimiento importante de la mano de la conducción que ha sabido interpretar las necesidades para llevar a cabo este proyecto.

Ranalli no se deja deslumbrar por lo que se ha conseguido. Está conforme, pero quiere más. Va por los resultados, sin prisa pero pensando que son el objetivo fundamental en su gestión. Abruman las frases. Los pensamientos. Son cartelitos en azul y blanco que tapizan todas las paredes de la oficina técnica del predio. Pensamientos de deportistas, figuras del mundo y hasta aforismos que obligan a hacer un alto y a reflexionar.

Demoledor. Los tiempos han cambiado. Hoy a los chicos se los trata y gestiona de otra manera. Antes, un profe pegaba tres gritos y era suficiente. Hoy, son otras épocas. Se interrelaciona todo: la escuela, el club y el hogar.

“Primero, tenemos que estar preparados porque representamos algo importante para la adolescencia. Muchas veces los chicos están más tiempo en el club y en la escuela que en la casa con sus padres. Hoy se viven tiempos económicos un poco complejos. Padre y madre trabajan y tienen pocas horas para compartir con los chicos. Y hoy en día hay situaciones sociales complejas también. Nosotros remarcamos qué cosas son buenas y qué no y acompañarlos con contención con nuestro equipo de trabajo. Tratamos de estar muy encima de los chicos, de estar en contacto con la familia. Tenemos un gabinete psicosocial que nos está apoyando y preparando. También queremos desarrollar un curso en comunicación y en modales y utilizar las palabras justas en el momento adecuado”, explica con claridad Ranalli.

Él mismo lo dice: “Antes los referentes eran muy fuertes. Hoy los adolescentes piden otras explicaciones y viven otros conflictos. Nos tenemos que adaptar, pero acá tienen que saber que en este club nos manejamos con reglas. Y esas reglas hay que aceptarlas y compartirlas porque son en beneficio de la formación para niños y adolescentes”.

–¿Cuán importante es la formación en consonancia con el rendimiento deportivo?
–Nosotros, ante partidos muy importantes y determinantes, hemos priorizado la ausencia a la escuela, una mala nota o no portarse bien en la pensión y se ha castigado con una sanción deportiva. Y al chico le duele más no jugar un partido que otro tipo de sanción.

–¿Y los padres cómo lo toman?
–Los padres nos acompañan mucho. Les comunicamos las sanciones a los padres, sobre todo para los chicos que viven en pensión y se les comunica las decisiones diarias. Y tenemos un acompañamiento muy fuerte y un apoyo total en las decisiones que tomemos.

Ranalli puso la vara alta al club y le respondieron. También se la impone a los pibes. Y los resultados van llegando. Es un largo proceso que comenzó con el pie derecho. Y nadie quiere fallar.

70 personas custodian un trabajo a largo plazo

Por todo concepto, con el trabajo de la gente que lo hace en el predio y en la pensión albiazul (alberga a 77 pibes), son 70 las personas que estructuran las inferiores y las tareas en ambos lugares. Desde la utilería y el personal de maestranza hasta el equipo de laburo que confluye en la imagen del coordinador general de las inferiores.

“Todos tienen sus obligaciones bien marcadas. Es muy importante para una reestructuración y para la calidad de las personas que están para conducir. Acá todos los días estamos a partir de las 6.30 y hasta las 7 de la tarde con una rotación de fútbol infantil, juvenil y escuelita de fútbol. No hay verdades absolutas, ni este proyecto es el mejor ni el peor y es una manera de sentirlo y de comunicarlo. Este mensaje es el que intenta bajar hacia cada uno de los niños y adolescentes del club”, cuenta Ranalli en torno a la organización interna.

A futuro. ¿Cuántos chicos deben sacar de inferiores? Ranalli cree que entre tres y cinco por año sería el número de juveniles que deberían estar en condiciones de sumarse a un plantel profesional. A eso apuesta el coordinador.

“Seguramente me gustaría que en los próximos años el fútbol de Córdoba sea cada vez más respetado y más reconocido y que esta provincia esté en los niveles más alto del fútbol argentino. Y ojalá desde Talleres podamos sumar más jugadores que salgan de nuestra cantera, es un anhelo, pero también es un objetivo muy claro y concreto”, cerró Ranalli.