Lucha. José Palma vive con un complejo aparato en su cabeza, después de un terrible accidente de autos. Tras salvar su vida "gracias a la Virgen", trabaja para volver a la 4ª de AFA de la T. Conocé su historia.

José está entubado en el hospital. Lleno de cables. Inmóvil. Está en el estado en el que todos suelen estarlo cuando definen de qué lado de la cancha se quedarán. Si la médula se le hubiera afectado “jugaría” del otro lado. José percibe una imagen de alguien que lo acompaña. Que está a su lado. “Era la Virgen. Era ella. Pero no es que lo soñé, yo la vi ahí, a mi lado”, le dice José a Día a Día.

Esa escena es de hace exactamente un mes y 12 días. El pasado 3 de mayo una camioneta, de altísimo porte, le pegó feo al auto que manejaba, el de su mamá, en una oscura madrugada en la zona de barrio Urca. “De allí no me acuerdo más nada”, dice. La fractura de una vértebra cervical lo puso al borde de la muerte. Incluso coqueteó con ella por momentos. Pero hoy la puede contar.

José Palma, de 18 años, habla del milagro de seguir viviendo. Es jugador de fútbol, delantero, integrante de la cuarta de AFA y de la primera local del Club Atlético Talleres. José sueña con goles. Y vive en “modo fútbol”. Por eso mira todos los movimientos del Niño Torres, Benzemá, el Kun Agüero o Zlatan Ibrahimovic. “Son mis referentes. Los analizo para mejorar mi juego, mis movimientos”, completa.

Y hoy los repasa más. No le queda otra que ver tele, visitar parientes, agarrar los libros de vez en cuando y... esperar. Y para eso tiene que tener paciencia. José tiene un aparato llamado halovest. Es un dispositivo de hierros que le recubren la cabeza (como una vincha) con unos brazos que derivan en un soporte sobre sus hombros y que le mantienen inmóvil la cervical. “Tienen que regenerarse el hueso y el cartílago. Y va bien”, cuenta José, tratando de explicarlo de la mejor manera. Se trata de la vértebra C2 que sólo puede curarse de esta forma. Es algo que no se puede operar, que no tiene intervención, sino por medio de aparatos y de mantener la zona sin movimiento, erguida.

Mientras, del accidente se lleva adelante una causa en la Justicia. José iba con un amigo en el auto, él manejaba y en un cruce de calles, una camioneta Amarok se lo llevó puesto. Fue tan violento que hizo giros como un trompo. Allí se hizo el “tac” en la nuca y quedó inconsciente hasta que abrió los ojos en el hospital. “Si me tocaba la médula se acababa todo. No estaríamos hablando”, refleja con crudeza.

Una historia difícil. El pibe del Tallerito no las tuvo a todas consigo. Vive solito con su madre, María Babilonia. “Nací en Corrientes. Y, con mi mamá nos vinimos de allá cuando yo era niño”, agrega José.

El pibe no conoce a su padre y se aferra a todo lo que vivió, lo difícil que ha sido, sin ostentar lástima, más bien, como herramienta para sobrellevar los problemas que se le presenten. “Si yo no hubiera pasado por lo que pasé, quizás lo del accidente hoy sería un vía crucis, algo muy difícil de superar. Pero estoy muy bien, con la cabeza puesta en que quiero volver a jugar en Talleres”. Lo dice así, con emoción. Con el objetivo de hacer posible lo que quizás, para muchos, sería algo ya imposible. “Está bien, él tiene en la cabeza volver a jugar. Y lo va a lograr. Yo quiero, llegue o no a ser un gran jugador, que él pueda volver a jugar al fútbol”, cuenta su madre.

Cuando era niño, su progenitora se puso la vida al hombro. Con él a cuestas se las arregló para cursar la universidad y recibirse de fonoaudióloga. “Nunca me olvido de esos años, fueron difíciles. Yo me crié entre los 3 y los 8 con mis abuelos en Villa Dolores y mi vieja iba y venía. No fue fácil. Me costó un montón. Sin todo aquello yo hoy no tendría el carácter para superar esto por lo que estoy pasando. Hay que seguir y pelearla siempre”, agrega José.

La vida, el fútbol. Por sus condiciones, fue alentado desde pibe a jugar al fútbol. Lo hizo en el infantil allá en el pueblo. A los 9 se vino a vivir a Córdoba y estuvo un tiempo en Instituto. Pero dejó. Y, después, una historia repetida en el destino de la pelota. Fue con un amigo a una prueba y quedó él. Eso pasó en la filial norte, donde Talleres hace una de sus bases conteniendo a una gran cantidad de barrios. “Me probaron después Julio Ceballos, Adrián Ávalos y (Victorio) Ocaño. Era una banda de chicos, pero tuve la suerte de quedar. Y de allí a la Quinta, la Cuarta de AFA y la Primera local”, sintetiza José.

Talleres en su cabeza es una fija. Habla de sus compañeros, de sus profes y de sus ansias de seguir adelante. “A los 16 debuté en el Tallerito. El año pasado jugué mi primer año en AFA, en la Quinta. Fue bastante lindo, estuvimos cerca de clasificar a la zona campeonato por dos goles, nos fue bastante bien y sueño con llegar a primera”, dice ya casi con nostalgia.

Las inferiores tienen ese mundo paralelo en los clubes, donde la convivencia y el compañerismo se entremezclan y, se sabe, todo va mutando a un embudo. Todos quieren llegar, pero se sabe que son pocos los que podrán hacerlo hacia la vida profesional. “Es mi sueño llegar. Yo siento que voy a volver a jugar en Talleres, lo quiero hacer y voy muy bien. El médico me dijo que me voy a recuperar bien y que, si todo está en orden, podré jugar con normalidad”, completa.

Lo que se necesita para triunfar, más allá de las condiciones es la perseverancia, pero también la fe. Cultivarla. No claudicar, no prescindir nunca de la fe. José lo explica más fácil: “¿Sabés por qué me salvé? Yo tengo un escapulario de la Virgen que siempre lo llevo puesto, porque es una promesa que hice. Y llevándolo puesto evitás una muerte mala. Ella hizo el milagro de que yo esté vivo. Por ella te lo puedo contar”.

"El club se preocupó y me da contención"

Apenas tuvo el accidente de tránsito que lo dejó afuera de los entrenamientos y la práctica de fútbol momentánea, Talleres se puso en contacto con José y lo mantiene al día de hoy. “El club se preocupó y me dio contención. Cambió mucho todo en el club. Ha crecido y mejorado muchísimo. Y siempre han estado al tanto de mi situación”, le dijo José a Día a Día. “El médico está en contacto conmigo y con mi hijo. Siguen de cerca la evolución y cualquier cosa que necesitemos están dispuestos a ayudarnos”, agregó María la mamá de José.

Talleres lleva adelante una estructura diferente en divisiones inferiores a la que había hasta hace seis meses. Hay mucha interrelación entre las áreas y todo lo supervisa el coordinador general, Carlos Ranalli.

En el área médica sigue al frente el doctor Julio Ferreyra, quien supervisa el trabajo de otros facultativos que lo hacen con las categorías menores, las pre profesionales y la primera. Pero hay además un departamento psicológico y también de kinesiología, donde allí el que está al frente es Pablo Renzi.

“El club me sorprendió mucho, el apoyo de mis compañeros y de los directivos. Siempre me hicieron pensar que formo parte del plantel y del club y espero volver a estar con ellos, a entrenarme normalmente. Tengo que armarme de paciencia y trabajar intensamente paso por paso”, completó José.

En cuanto a la cobertura médica, la obra social de la mamá le pudo cubrir toda su recuperación, pero desde el club se sumarán para acompañar sus tratamientos y la fisioterapia.