El capitán, íntimo. Abrió su hogar a Día a Día para hablar de su vuelta al club, la relación con el hincha y lo que siente por el Matador. El sueño, ahí.

Tu fe te ha salvado, hermano. Vení. Abrazame. Llorá. Dale. Vos lo soñaste. Vos lo viste. Vos lo viviste. Tu fe, sólo eso, nada más. Por eso estás así, en este momento.

Javier Villarreal abre la puerta de su hogar. Victoria, de 8 años, mete la mirada más dulce de la tarde. Lauti, el mayor, cumple los 14. Juega de 9 en la T. En las inferiores. Tiene una estirpe espectacular. Emanuel, de 6, mastica chizitos como los chicos de esa edad. Abriendo bien la boca, ja. Pero Alejo mira de reojo.

Y juega con la Play. Naty, la compañera de Javier, es la razón de existir de cualquier marido. Parece que ya no se consiguieran compañeras así. Está también David, el hermano del 5 de Talleres. Está la familia plena. Los suegros de fierro: César y María Ester.

No hay nada más importante que el hogar. Muchos se preocupan por la casa. Pero lo que importa en verdad es el hogar.

Los Villarreal tienen un hogar pleno. “Es Betania”, dice Naty. Tan creyentes de la palabra de Dios, de la fuerza del cariño de aquellos que los acompañan. Cuenta que así se lo dijo una señora amiga: “Esta casa es Betania”.

Betania es una aldea a tres kilómetros de Jerusalén. Allí vivían Marta, María y Lázaro, los amigos de Jesús. Él y sus discípulos descansaban ahí.

No puede haber tanta calidez. Natalia, la señora de Javier, una piba de barrio que remó la vida lo grafica: “Uno detrás de eso se encuentra con muchas bendiciones. Siempre habrá un camino de espinas en todo, pero si te dejás moldear por Dios podes cambiar”.

El calentito mate que acaba de pasar Javier en una ronda paraliza la garganta. Serán más bien las palabras. Son ellos dos, la Biblia en la mesa, los demás escuchando.

“Así como el club estuvo a punto de desaparecer mi matrimonio también estuvo a punto de desaparecer. No fue fácil. Talleres estuvo en el abismo y yo también. Así estuvo mi familia, quebrada. Y vos ves ahora y es tal cual”, tira Javier. A veces, tanto amor puede matar. Hay una atmósfera plagada de paz. Ha llegado ese momento para el capitán de Talleres que vive el mejor momento institucional, desde que el club cayó en este infierno del Argentino A.

Antes de que Naty cuente cómo fue aquel día en que decidieron dejar Paraguay para perseguir este sueño de ascenso, entra a la casa Emiliano, al que ya le dicen “el pelado”. Se le ríen. Pero se la aguanta. Naty, entonces, cuenta aquel junio de 2012: “Estábamos en Paraguay, teníamos una estabilidad en un lugar. Yo pensé que estábamos bien, que era el final de la carrera y él empezó a orar y apareció el club y justo venirnos a Córdoba. Puse todo en las manos de Dios. Yo sé que el final va a ser bueno”.

–Javier, ¿estabas retirado?
–Algo así. Yo pensaba que no iba a jugar más. Pero mirá cómo fue la cosa. Una mañana (se levanta todos los días a las 6.30 a orar) me junté con el Pastor Wesly, allá en Paraguay. Y él me decía que no podía dejar el fútbol así. Me dijo, yo voy a orar para que Dios te honre. No podés terminar tu carrera así. A las 10 volví a mi casa de rezar y a las 12 me estaba llamando Talleres (Damián Castro).

Después de ese llamado del empleado albiazul, llegó el llamado de Escribano. Junto con el DT Sialle, sentado frente al presidente del Fondo. “Quiero que vengas y que seas el capitán del ascenso”, cuenta el volante que le dijo el dirigente de la T.

Villarreal y su familia viven con normalidad la película que están viviendo. “Talleres fue una oportunidad de Dios para sanar mi corazón. Dios hace las cosas así y me liberó del dolor que tenía”, dice Villa, algo que tiene que ver con cómo se había ido del club, su paso por Belgrano, su nueva oportunidad. “Sentía una tristeza muy grande. Un cierto recelo. No lo podía creer. Yo nací en Talleres. Tenía que llegar algo así. Me llamaron de Belgrano varias veces y no quise volver. Yo tenía el corazón en barrio Jardín. Después acepté y le pedí disculpas a los hinchas. Yo era muy pibe, sin mucho rumbo, inexperto. Me golpeé mucho, me levanté y volví a ser”, agrega.

–Pero vos ganaste todo...
–Mirá (risas), un día estaba lavando los platos. Ya estaba acá en Talleres. Y me había comido ya todos esos insultos después del partido contra Alumni. Quería dejar el fútbol. Estaba muy amargado. Ese día, lavando los platos me dije: “Me despojo de todo lo que conseguí”. Es decir, lo que gané, los títulos, lo mejor que me pasó en el fútbol. Dejé todo de lado y me entregué a este momento. A la pelea con Talleres. Yo volví al club que me dio todo. Mi corazón está acá.

Hay una dulce tensión en el aire. En la mesa hay platos con golosinas, alfajores y los vasos amontonados en vísperas del festejo de un cumple. Lauti, el hombrecito de la casa, al que con esta nota le “arruinamos” el festejo en ese momento. Pero así son ellos, eso de sacarse el corazón y prestarlo, sin nada a cambio. Hay risas, mucho afecto y una contención digna del ejemplo.

Javier está en paz. “Estamos ahí, a un paso. Dios me dio el ascenso con Talleres. Pero tengo que buscarlo. Terminar de conseguirlo. Y estamos ahí, a un pasito. Estamos todos muy felices”, recalca.

Villarreal espera que el lunes complete su visión antes de que todo empezara (lo contó en su primera entrevista a Día a Día el año pasado): “Mis hijos me esperan al costado del campo de juego y nos vamos juntos, festejando”.

Javier empuña la Biblia. Lee: “Aunque un ejército acampe contra mí...”. Pelea. Seguirá peleando. Javier está ahí, a punto de saldar todo aquello que se propuso. Hermano, ya está, tu fe te ha salvado.

“Dijeron que estaba roto, viejo y que venía a robar”. La deuda con Talleres está saldada. Javier Villarreal no faltó un solo partido en el Argentino A. Solamente no estuvo ante Belgrano, por Copa Argentina, ya que arrastraba una dolencia. “Yo jugué infiltrado, casi desgarrado. Por suerte me recuperé. Me tocaron todas. Tuve que pelear y seguiré peleando. Dijeron que estaba roto, viejo y que venía a robar. Pero me entregué a Dios y a Talleres”, cuenta a Día a Día el capitán albiazul.

–Están a un pasito...
–Estamos ahí. Hemos hecho un gran torneo y terminamos demostrando un gran nivel. Pero por suerte acá hay un grupo que pelea y que ayuda.

–¿Sentís que jugaste otro torneo en la fase final?
–Mirá, yo sé que fui de menor a mayor. Yo siento que se hicieron las cosas muy bien. Que tuvimos carácter y que sacamos partidos con mucho temple. Estoy muy contento. El lunes espero que podamos coronarlo como debe ser.

–¿Y la gente?
–Dios hace estas obras. Lo del público de Talleres es increíble. Lo que hicieron con llenar el Kempes habla de la grandeza que tiene este club hasta en los peores momentos. No hay nadie que merezca tanto como el hincha de Talleres. Lo hemos hablado entre todos, con Cacho (Sialle) y estamos muy conmovidos.

–¿Se termina algo acá?
–No. Nada. Acá empieza algo muy bueno. Algo grande y hay que estar preparados.

“Me junté con un pastor a rezar. Me dijo que oraría por mí. A las 10 volví a mi casa y a las 12 me estaba llamando Talleres”.

“Estamos muy conmovidos. Acá no hay algo que se termina. Acá empieza algo muy bueno. Algo grande y hay que estar preparados”.