El ex delantero de Talleres le relató a Mundo D su increíble experiencia como jugador del Shangai Shenhua. “Tengo sentimientos encontrados”, aseguró sobre su posible regreso al club de barrio Jardín, que es el dueño de su pase.

Luis Salmerón ya se acostumbró a que el fútbol lo lleve de un extremo al otro. Del descenso al Argentino A con Talleres al histórico primer título en Primera División con Banfield en apenas seis meses, como le sucedió en 2009. O más recientemente, de la B Nacional, adonde retornó con Independiente Rivadavia de Mendoza, a la Súper Liga de China y la Champions League Asia.

Hoy “el Pupi” es uno de los cuatro futbolistas sudamericanos del Shangai Shenhua, uno de los clubes más grandes de China, país que el 6 de enero pasado lo recibió con “un clima fulero”, con nieve y temperaturas bajo cero. Con él están el tucumano Facundo Pérez Castro y los colombianos Duvier Riascos y Juan Camilo Angulo, que lo ayudan a hacer más llevadera su primera experiencia futbolística en el extranjero. Según cuenta, son los únicos compañeros con los que no se comunica a través de señas.

“Nunca me había ido del país y me tocó hacerlo de grande. Me costaron los primeros dos meses, porque estuve solo, pero cuando vino mi familia (su esposa Natalia y su hija Bianca, de un año y medio) y empezaron los torneos, las cosas mejoraron”, cuenta el delantero, que lleva cuatro goles en cuatro partidos y actualmente se recupera de una lesión. “Ya me habían ofrecido venir dos o tres veces, pero no se había podido dar porque mi pase siempre tenía complicaciones. Me gustó la idea de poder hacer una diferencia económica y terminar tranquilo mis últimos años de carrera”, comentó Salmerón, de 29 años.

“En la Liga estamos quintos y en la Copa Asia no nos fue bien. Nos tocó jugar con equi-pos de Japón, Corea del Sur y Australia, y ellos están varios escalones arriba nuestro”, destacó el cordobés. “Los jugadores chinos son rápidos pero desordenados. Hay conceptos que no manejan porque no tienen una base y la mayoría empieza a jugar de grande. Hay cuatro o cinco clubes que tienen técnicos holandeses o serbios, y esos andan mejor. El nuestro no es un equipo que esté bien trabajado”, puntualizó el atacante. Y sobre su desempeño individual el también ex Ferro comentó: “La verdad es que a los extranjeros nos exigen demasiado. No será si es que soy medio perseguido, pero uno siente que lo miran con cuatro ojos. Por suerte, después que convertí un par de goles, la cosa cambió conmigo”.

De su nueva vida en China, Salmerón destacó: “Me impresiona la cantidad de gente que hay. También las edificaciones, que son enormes y hasta diría exageradas. Con la comida nos la rebuscamos, no es que almorzamos y cenamos arroz todos los días. En el club nos hacen pollo o fideos, y si hay algún pescadito lindo por ahí le damos. Igualmente, he probado cosas que nunca imaginé comer, como carne de cocodrilo”. Y agregó: “El idioma es lo más difícil. En el club tenemos un traductor, y después salimos del paso con el poco de inglés que entiende mi señora o con señas, como indios. No podés hablar mucho con los compañeros”.

La “T”, experiencia extraña. El llamado de Mundo D encuentra a Salmerón tomándose unos mates, fiel a una costumbre que se empecina en mantener a pesar de que la yerba sea un bien escaso en Shangai. Cuando el tema Talleres se hace inevitable, “el Pupi” no le esquiva al bulto y responde sin casete a la pregunta sobre un posible retorno a la institución de barrio Jardín.

“Tengo una sensación muy rara con ese tema. Nunca oculté mi sentimiento o simpatía con Talleres pero como jugador me tocó vivir allí una experiencia que fue extraña”, enfatizó. “Los primeros seis meses estuvieron bárbaros pero en la última parte de la temporada no la pasamos bien mi señora yo, con toda la locura del descenso y los líos que se armaron en la cancha, como en aquel partido contra Atlético de Rafaela, cuando los hinchas se la agarraron con nuestros familiares”, añadió.

“Obvio que me gustaría cambiar mi historia con Talleres porque me quedó un sabor agridulce de mi paso como jugador. Tengo claro que el reconocimiento público me lo dio mi paso por ese club, porque cuando jugaba en Ferro iba a casa de mi viejo en Córdoba, me ponía a tomar mate en la puerta y no me conocía nadie. Pero yo mismo tengo esa sensación de que me tienen bronca por lo que pasó y ahora tengo que andar escondido cada vez que voy para allá, inclusive una vez me rayaron la puerta del auto”, precisó.

“De ninguna manera me voy a poner a la altura del hincha que va todos los fines de semana a la cancha, pero yo también sufrí mucho con todo lo que pasó. Sabíamos que la situación era difícil, en un momento pensamos que íbamos a poder salvarnos del descenso y de pronto se cayó todo”, analizó Salmerón. “La gente me podrá decir lo que sea pero yo siempre fui al frente con Talleres. En todos los partidos dejé mi alma y un poquito más, pero me crucificaron por aquella expulsión contra Atlético Tucumán”, se sinceró.

Sobre el presente de la “T”, Salmerón dijo: “Me cuesta verlo en el Argentino A. Trato de seguirlo por Internet, aunque no puedo ver los partidos. Lo que me dicen es que a veces juega bien y a veces no. Debe ser por la misma categoría, que es muy complicada y diferente a todas las demás. Creo que tiene buen equipo, pero esto es fútbol y uno tiene que perder y otro tiene que ganar”.

Cuando la charla vuelve al presente y se proyecta al futuro, Salmerón tampoco apela a frases políticamente correctas y responde a corazón abierto: “Me está costando mucho porque soy muy maricón, muy familiero, pero la verdad es que está para quedarse porque China es un lindo país. Yo estoy a préstamo hasta diciembre pero vamos a ver qué pasa en junio o julio, porque acá dicen que los futbolistas extranjeros no duran mucho y los fletan enseguida”.

“Extraño la pasión del fútbol argentino. Por ahí prefiero que me puteen a estar dos horas antes del partido sin hablar en el vestuario o que te miren feo si querés poner música en el colectivo. La verdad es que acá les falta piri-pi-pi”, concluyó “el Pupi”.

Cien por ciento albiazul. Salmerón llegó a Talleres a mediados de 2008 de la mano del ex gerenciador Carlos Ahumada, quien le pagó 800 mil dólares a Ferro por la ficha del delantero. Un año después, ya consumado el descenso de la “T” y ante un incumplimiento de pago de Ateliers, el club de Caballito le acercó al “Pupi” la chance de jugar en Universidad Católica de Chile. Allí fue presentado con bombos y platillos, pero luego Ahumada lo hizo volver a Córdoba y lo ratificó como jugador albiazul.

“Quedé en el medio de un quilombo entre Talleres y Ahumada, y terminé siendo un escudo para los dos”, analizó el atacante. “Yo me fui a Chile porque se había vencido el plazo para que Ateliers comprara mi pase. Después Carlos me llamó y me dijo que iba hacer uso de la opción, y me volví a charlar con él. Estuvimos dos o tres horas en la sede y después todo se fue de guión, con esa conferencia en la que anunció que me quedaba en Talleres. Al día siguiente los diarios hablaron de ‘la novela del año’, y la verdad es que me dio mucha vergüenza”, recordó Salmerón. Luego se conoció que, en medio de esas idas y vueltas, una bomba de nafta había explotado en la casa paterna del jugador. “Hasta hoy no sé quién lo hizo, ni con qué finalidad. La sacamos barata, pero nos asustamos bastante”, reflexionó sobre ese episodio.

A los pocos días le llegaría la chance de jugar a préstamo en Banfield. “Yo quería irme pero el problema no era Talleres, sino la categoría. Por ahí alguno puede decir ‘tomátelas Salmerón’ pero la verdad es no me considero todavía un jugador para el Argentino A”, precisó.

Después de sus experiencias en el Taladro y en Independiente Rivadavia, el ex goleador albiazul se fue cedido a China. Previamente, el Juzgado de Primera Instancia Civil y Comercial de Córdoba, que entiende en la quiebra de Talleres, embargó los derechos económicos de la ficha del atacante para asegurar el cobro de una deuda que quedó de la gestión Ahumada.