Torneo de verano. La Gloria le ganó a la T por 2-0. La diferencia de categoría saltó a la vista. Zárate y Lázaro, los goles.

Muchachos, sáquense el traje del exitismo. No se trata ni de ser soberbios, ni de ser exagerados, ni mucho menos burlones. Porque acá la verdad es una sola: Instituto y Talleres son equipos de distintas categorías. El que está dispuesto a pelear el ascenso a Primera, el de Alta Córdoba, le ganó sin despeinarse a un rival claramente inferior. Es que el que quiere pelear por el ascenso a la B Nacional, el Matador, fue superado sin demasiados problemas. Ser Nacional, en esto del fútbol cordobés, no es lo mismo que ser Argentino.

Instituto ganó porque es evidente que tiene un equipo superior en lo futbolístico y en lo técnico, a Talleres.

Si bien el primer tiempo no entregó numerosas situaciones de gol, a la Gloria le bastó como para hacer la diferencia final. La T igual mostró decisión e intenciones. Pero el medio campo fue claramente todo de Instituto. Supo bloquear, quitar, relevar y sacar rápido la pelota para sus delanteros. Martín Zapata, no en vano, terminó siendo el mejor de la cancha. Su visión del juego en la zona media parece admitir un nivel superior al que juega. Entonces, a Navarro y a Basualdo los problemas comenzaron a amontonárseles. Agustinoy, sabueso por naturaleza, hizo lo propio. A eso se suma la falta de generación de juego que tiene este Talleres, el de anoche. No tiene un enlace que saque pelotas, mucho menos conejos de la galera. Mientras Lázaro (parece que vuela) sacaba sablazos por la izquierda, Zárate y Romero metían diagonales que generaban nerviosismo en el fondo. Así, Maximiliano Blanco no tuvo una noche mala en el fondo, pero necesita rodaje. A los 11, Galíndez perdió en el medio con Gagliardi. El volante salió rápido, de contra y abrió para Zapata. Centro voraz para Leandro Zárate y frentazo a la red. El 1-0 ubicó rápidamente las cosas en su lugar. La T buscó meter pelotazos a Moreira y, con Sacripanti por la derecha, igual se las arregló para generar alguna cuota de atención.

Los albiazules fueron al frente sin ideas. Erpen y Furios no tuvieron muchos inconvenientes para controlar. Sobre el final de la etapa, Ezequiel Lázaro ejecutó un tiro libre al primer palo de un Giordano que no pudo alcanzar a retener totalmente y el 2-0 se precipitó sobre los 43. Para el complemento había que cambiar mucho en barrio Jardín.

Sin sobresaltos. Talleres hizo más desgaste. Pero Instituto ya lo había metido en su horno sin que se diera cuenta. Fue un mar de voluntades del medio hacia arriba. Tito puso a Aranda arriba, a Díaz en el medio y a Monay para tratar de tener más presencia en el círculo central. Zapata seguía on-fire y los de Bonetto jugaban con la pelota. Toque de aquí y toque de acá. En el equipo de barrio Jardín hubo, sin embargo, un par de llegadas que podrían haber puesto más suspenso. A los 18, Moreira se la sacó justita al Colo Lussenhoff. Cinco minutos después, el paraguayo tuvo un mano a mano con Carranza. Pero el Loco también estuvo a tono con la noche amarilla (la Glo usó la camiseta alternativa).

Hacia el final del partido el párrafo aparte se lo llevaron las hinchadas, con los de la T alentando en la cabecera sur, asumiendo la vergüenza de la derrota. Una noche de verano que fue albirroja se engloba en una clara idea, más allá de la estadística del 2-0 sobre el albiazul: fue desproporcionado.

Porque es verdad que, en el universo de la pelota, ser Nacional no es ser Argentino. Anoche un equipo de una categoría superior le ganó a otro de una inferior. Y no se trata de pensarlo en una burla. Es la pura realidad, irrefutable.