¡Despertó! Empezó perdiendo, pero Talleres le ganó a Tiro 4-1, en Rosario. El equipo mejoró gracias.

Porque el corazón tiene razones que la propia razón nunca entenderá. Porque las necesidades arrinconan aún estando de manos atadas y sin chances de moverse. Porque hay que jugar de cualquier manera para ganar. Porque la vergüenza navegó por la sangre de la dignidad. Por eso y porque los números asfixian como una cucharada de arena, Talleres salió al cruce de su realidad crítica y le ganó un partidazo a Tiro Federal, en Rosario, por 4-1.

Eficacia y contundencia; tranquilidad y contracción a la marca fueron las armas que el Matador utilizó para poder quedarse con tres puntos vitales y ahuyentar de a poco el fantasma del descenso.

Pero, fiel a su tradición en esta parte del torneo, arrancó otra vez mal. A los cinco minutos todo pareció desmoronarse de golpe. Es que Valentín Brasca derribó a Castillón. Penal. El 1-0 fue por un disparo de Juan Casado. Sin embargo, el planteo albiazul fue el de no desesperarse y rápidamente arribó al empate gracias a Luis Salmerón. El Pupi, quien trepó otra vez a la punta de la tabla de goleadores, metió un frentazo a la ilusión. El 1-1 se ajustició a los 11. De allí en más, fue Zermattén el titiritero, que manejó los hilos con comodidad. Preso de su talento, comenzó a distribuir la pelota de manera inteligente.

En el fondo la T se paraba con orden, bien los centrales, muy bien Céliz (de gran entrega) y una actuación redondita de Báez.

No tardó en llegar el 2-1. Lussenhoff, a lo rústico defensor, atropelló el balón tras un córner. Con una rodilla y parte del muslo, el Colorado embocó la diferencia que le empezó a dar la más calma a los dirigidos por Raúl Peralta. Tuvo la viveza de aguantar bien. Salmerón tuvo una contra que lo tomó con un disparo mordido. Después, el medio campo cuidó bien la pelota y la resistencia se fue consolidando a lo largo de la etapa. Menicocci era el único jugador de cuidado. Casado apenas lastimaba. La batalla, mucho más planteada en la zona media, era ganada por la visita. Pero para más templanza en el Matador, fue Zermattén la llave de las puertas al cielo. El volante ejecutó un córner, le volvió el rebote y en esa posición empaló el balón para que al arquero Ferreira se le metiera en el segundo palo. “¡Qué digo gol, recontra golazo!”, diría un relator.

El 3-1, a los 37 minutos, fue un verdadero bálsamo. Era un buen momento como para irse al descanso con ningún margen de dudas.

El tiro del final. La T resistió como nunca. Encima, a los cinco minutos, Cristian Basualdo se pasó en una falta en el medio y vio la tarjeta roja. El Matador aguantó y aguantó. Tiro se le fue como una tromba. La defensa, salvo varias dudas de Báez que le subían a sus espaldas, resistió como pudo. Lussenhoff salvó una contra con un cierre y a los 16 minutos Brasca le tapó un mano a mano espectacular a Garnier. Cuando peor la estaba pasando Talleres, fue por una contra que liquidó la noche. Matías Quiroga le bajó la persiana al partido a los 20 minutos del complemento. Galarraga escapó y corrió varios metros resistiendo con la pelota, habilitó a Quiroga y éste le rompió el arco a Ferreira. El 4-1 final fue el desahogo más grande, más necesario para la vida de un grupo de jugadores, que vieron la luz después de tanta oscuridad.

La T ganó un partidazo que perdía por la mínima, que aguantó y amplió con un jugador menos y que pudo gritar al cielo el ¡Viven! por muchas razones como las del corazón, ese que ayer fue enorme.